Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/238

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creador, que fué en su adolescencia el primer goce de su alma, y en su vejez su mas dulce consuelo; porque mejor que ninguno otro en el mundo comprendia los grandes fenómenos y mudos avisos de la naturaleza. Cruzaba por las desconocidas latitudes, en que la influencia del aire y de las aguas, completamente nuevas desconcertaban la teoria y los instrumentos de la ciencia náutica; por alturas en que se truecan el color y sabor del mar, y en que la constancia de la temperatura, que solo puede compararse con su suavidad, es tan útil al cansancio del cuerpo como al del espíritu. Notaba Colon "un cambio estraordinario en el movimiento de los cuerpos celestes, en la atmósfera y en el agua," é interrogaba sin cesar la fisonomia de la nueva naturaleza, esforzando su injenio en deducir de los fenómenos esteriores alguna revelacion acerca de su carácter. Sus ojos se fijaban en el horizonte; su olfato absorbia el ambiente salitroso, que traia el viento; cataba el agua salada á diversas distancias para saber su temple; echaba la sonda á cada instante; estudiaba la direccion y fuerza de las corrientes pelásjicas, y recojia con avidez las yerbas y las plantas que pasaban cerca, porque todo esto interesaba á su gran penetracion, y todo podia ser un indicio de algo mas. El haberse pescado un dia un cangrejo, que venia enredado en un manojo de algas, y que guardó cuidadosamente pues nunca se habian visto tales crustáceos á ochenta leguas de la costa; la presencia de los atunes, de los que la jente de la Niña logró cojer uno, y la circunstancia de que todo parecia venir de oriente, le hizo escribir en su Diario lleno de confianza el 17 de Setiembre pensando en su divino maestro: "Donde espero en aquel alto Dios, en cuyas manos están todas las victorias, que muy presto nos dará tierra."[1]

El 18 de Setiembre, estaba el ambiente como en

  1. Lúnes 17 de Setiembre.