Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/240

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tanto, impeliendo á la flotilla hacia el SO. con tal constancia que puso en cuidado á los marineros. Se divisaron muchas yerbas: tres alcatraces vinieron á la capitana, y se pudo cojer un pájaro playero.

El Viérnes, al despuntar la aurora, se notaron indicios favorables en direccion del O. Un alcatraz pasó muy cerca de los buques, y una ballena subió á retozar á la superficie. Las algas y los fucus con fruto se estendian con abundancia tal, que la mar parecía un prado, y la proa de las carabelas esperimentaba al romperlas la resistencia natural á su espesura. Habian llegado ya á aquellos sitios, conocidos despues con el nombre de mar de Yerbas, y que ocupan una estension siete veces mayor que la de la Francia[1] Su aspecto, que en un principio recreaba los ojos, y halagaba las esperanzas de los tripulantes, porque parecía prometerles la tierra, se convirtió ahora por su magnitud en un motivo de alarma, pues creían encontrarse en los eternos pantanos del Océano, que según ellos servían de límites al mundo, y de sepulcro á los temerarios, que se les acercaban. Estas familias de plantas, reunidas en un número casi fabuloso, ofrecían el aspecto de un marjal inconmensurable, puesto por el hacedor á guisa de vallado en las fronteras del Océano, para vedar su acceso á los mortales; y su vigorosa y monótona vejetacion, que desde los abismos se levantaba á la superficie como una amenaza, y tal vez como un aviso del cielo, ponia pálido el rostro de los mas valientes. Porque, pensaban ellos, á medida que se espesaran las yerbas acuáticas, irían quedando mas y mas presas las naves, haciéndose imposible la vuelta; y si no sobrevenía el que fuesen pasto de los monstruos emboscados allí, era seguro que durante la lucha de las proas con el follaje,

se acabarían las provisiones, y vendría el hambre con todos sus horrores y atroces consejos en castigo de una

  1. A. de Humboldt. Cósmos, i. II. páj. 346.