Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/274

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de los ruiseñores y los ánsares que no escaseaban. Pero si no se hallaba oro en tan fértiles sitios, abundaban almas que salvar, y pueblos pacíficos que conservar, de cuyas disposiciones relijiosas auguraba bien Colon; pues espresaba de esta manera su esperanza á los reyes: "Ya tengo dicho, serenísimos príncipes, que desde el momento en que haya misioneros que hablen su lengua, se vendrán al cristianismo. Espero en Dios que vuestras altezas se decidirán prontamente á enviarlos, para poder reunir á la Iglesia tantos pueblos tan numerosos, y que sin duda alguna los convertirán, así como han destruido á los que no han querido confesar al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo"[1] (los mahometanos). Como en el ardor de su fé Colon no temia la muerte, no vacilaba presentar su imájen á los reyes; imájen que tanto cuidado ponen los cortesanos en apartar de su vista, y añadia: "Y despues de sus dias, (que todos somos mortales), dejarán sus reinos en muy tranquilo estado, y limpios de herejia y maldad, y serán bien rescebidos delante el eterno criador."[2] Y con la misma naturalidad, dejando correr su pluma, rogaba á Dios por sus altezas, y le pedia, "que le pluguiera acordarles larga vida, grande acrecentamiento de reinos y principados, y voluntad y disposicion para acrecentar la santa relijion cristiana."[3] Despues anunciaba á los reyes que habia puesto su buque á flote el mismo dia, y que "se despachaba para partir el Juéves en nombre de Dios, é ir al Sueste á buscar oro y especerias, y descobrir la tierra."[4]

Salió el almirante del rio de los Mares en demanda, segun la indicacion de los indios, de la isla de Babeque, en la que decian por señas, se cojia oro en la playa por la noche á la luz de hachones. Siguió la costa durante dieziocho leguas, sin querer acercarse á

  1. Diario de Colon. Mártes 6 de Noviembre de 1492.
  2. Ibid. Ibid.
  3. Ibid. Ibid.
  4. Ibid. Ibid.