Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/313

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obligada á disminuir el trapo para esperar á la Finta que iba mal á la bolina y se ayudaba peor con la vela de me- sana, en razón á la averia de su palo, que Martin Alonso Pinzón, cuando desertó para cojer oro, descuidó com- poner. Pronto perdió el cielo su trasparencia. El contínuo cambio de los vientos hizo que las maniobras fuesen cons- tantes; se adelantaba poco, las provisiones sólidas toca- ban á su fin y no quedaba mas que patatas, galletas y vino, lo que reponia mal las fuerzas, en medio de tanta fatiga. El Viernes 25 de Enero, después de salir el Sol, so- brevino una gran calma, y los marineros consiguieron cojer un atun y un enorme tiburon; con lo cual se reparó algún tanto la despensa. Durante los demás dias se avanzó poco, pues el viento y las olas permanecian sin movimiento, sin que por eso dejara Colon de dar gra- cias á Dios por el estado del mar. Con el cielo cada vez mas encapotado comenzó á llover el 4 de Febrero y el aire se puso mas frio. El almirante hizo rumbo al E., siguiéndolo hasta el 8 en que tomó al SE. cuarto al E. El 10, los pilotos se hallaban por su apunte ciento cincuenta leguas mas cerca de Castilla que Colon, pero, el cálculo del almirante estaba exacto y equivocado el de los otros, como se probó luego. El 12, rachadas de aire precursoras de la tempestad comenzaron á silbar entre la jarcia y arboladura: el dia fué penoso, y por la noche tres relámpagos rasgaron la atmósfera al NE.: eran los preludios de un huracán, que se preparó á esperar el almirante, haciendo cargar las velas y no guardando mas que una baja, achicada con rizos y abocinada al palo mayor con el objeto de que ayudara á levantar la carabela, que las ajitadas olas sumerjian. Elevábanse estas enfurecidas y espumantes, para es- trellarse unas contra otras, con estruendo formidable, caer y tornar á levantarse hasta las nubes, abriendo á su