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sus obras exijian grande estudio, y no podían popularizarse nunca, y segundo, porque ninguna de ellas se terminó completamente, quedando inéditas la mayor parte. Don Fernando Colon, cronista de su padre, que no acabó su trabajo hasta el año de 1536, lo dejó manuscrito; y el P. Las Casas que dió principio al suyo muy tarde, lo terminó cuando hacia cincuenta y tres años que no existia el almirante. Los ánimos quedaron pues bajo la influencia de las mas erróneas preocupaciones , y la calumnia, que se habia ensañado en la fama del grande hombre, desde que volvió victorioso de la Española, implacable y rencorosa fué á sentarse sobre su sepulcro.


II.


Solo el pontificado romano tenia el presentimiento de la grandeza apostólica de Cristóbal Colon.

Tres papas sucesivos honraron con su confianza al heraldo de la cruz: confianza que nunca le retiró la santa sede, adhiriéndose los cardenales á tan digna simpatia. En vida suya, cuando tanto se le difamaba en esta España, transformada por él en la nacion mas grande y poderosa del universo, el santo padre y el Sacro Colejio ensalzaban sus empresas inmortales,[1] y gracias á su

  1. El único escrito sobre él que no haya sido póstumo se imprimió en Roma en 1493, en casa de Eucharius Argentinus por Aliander de Cosco. El primer personaje romano, que tuvo y dió publicidad á los apuntes históricos del descubrimiento fué el cardenal Ascanio Sforza. El cardenal don Bernardino Carbajal sostuvo correspondencia con el célebre literato Pedro Mártir de Angleria acerca de Colon. El cardenal don Luis de Aragon mandó á uno de sus secretarios que recojiera de boca de Pedro Mártir lo que este sabia de la del mismo Colon.