Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/333

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CAPITULO XI.


I.


Reinaban á la sazon en Palos la zozobra y el desaliento, pues no habia una familia á la cual no preocupara la suerte que hubiera podido caber á un pariente, ó á un amigo: todos temian participase sus temores, porque los consideraban perdidos para siempre en los abismos de la mar Tenebrosa. Siete meses y doce dias iban transcurridos; que también los dias se contaban entonces, sin recibir nuevas de aquellos hijos del pueblo, que una orden de los reyes obligó á seguir al gran prometedor jenoves, cuya memoria maldecian mas de una madre y de una esposa en sus insomnios. Cual fuera la suerte de los infelices sacrificados así en aras de la ambicion de un visionario estranjero, ni los alcaldes, ni el corredor marítimo Diego Prieto, bien relacionado en la corte, lo sabian.

Así estaban dispuestos los ánimos, cuando el Viérnes 15 de Marzo, á eso del medio dia, divisaron las jentes del puerto una carabela, que impelida por la brisa, venia montando el Odiel. Presto reconocieron en ella á la Niña, que traia en sus palos, ademas del pabellon de Castilla las banderas de la empresa. Una esplosion de regocijo resonó en seguida de uno á otro estremo del lugar, y en un instante la noticia de la vuelta de la espedicion, y de sus maravillosos descubrimientos circuló hasta la última casa. Cerráronse las tiendas, y en masa se trasladaron los mo-