Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/336

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milia que la franciscana, ni mas hermanos que los de la Orden Seráfica, tornó á la Rábida, y á ocupar la celda que le reservaba el P. Marchena. Fácilmente se comprenderá cuan felices no se consi- derarian uno y otro. Aquella idea que primero tuvieron, antes de conocerse, aquella fe, que supo dominar el or- gullo y las preocupaciones de la ciencia, estaba al fin re- compensada. INo se engañó Yr. Juan Pérez cuando al contemplar la línea azul hacia occidente, se preguntaba si existirían tras ella tierras habitadas, y pueblos á que conducir la enseña de la redención, pues el árbol santo, la cruz, se habia mostrado en medio de ellos, y la salu- daban los inocentes hijos de los bosques, y ya podia cum- plirse el anhelo de san Francisco de Asis. Es inesphca- he la satisfacción evanjélica y el mutuo consuelo que se esperimentó en la pequeña comunidad de la Rábida. Si nunca, en ningún congreso diplomático se confe- renció sobre un proyecto de mas grande importancia que aquel, cuyas bases se discutieron siete años atrás entre Colon y el humilde franciscano, bien puede asegurarse, que jamas se concibió una combinación mas atrevida, que la que al dia después de su llegada bosquejó el al- mirante para enviar á SS. AA. En provecho de la mo- narquía española era tal vez mayor y mas inmediatamen- te ventajoso el trabajo, que trazaba con prisa y en el si- lencio de su celda, que el descubrimiento mismo. En él, completando Colon el despacho que remitió á la corte desde el muelle de Rastrello, hizo el resumen de su con- quista; aconsejó á los reyes rindieran homenaje de lo ha- llado á la santa sede,^ y demandasen su bendición sobre la empresa, por medio de una bula que la protejiera, é indicó el modo como, para evitar conflictos ulteriores, debían distribuirse las rej iones por descubrir entre los dos estados marítimos, que á la sazón se ocupaban en es- pediciones en el Océano. . Fernando Colon. JSistoña del almirante, cap. XLII.