Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/343

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franqueado la mar Tenebrosa, y ensanchado los límites de la tierra. Todos los brazos se ajitaban, todas las fren- tes se descubrían: las madres levantaban en alto á sus hijos, para que lo vieran, y rezaban por él: aquello era una verdadera ovación universal. El héroe cristiano, conmovido por el entusiasmo, la admiración, los aplausos y las bendiciones de los pue- blos, solo á Dios atribuía su triunfo; al par que le con- firmaba la grandeza de la obra, para que se dignara esco- jérlo la providejicia divina. Habiéndose anticipado el pueblo á las órdenes de los reyes, tuvo que ceder la etiqueta de la corte; que tan- to para satisfacer á la opinión pública, como para remu- nerar de un modo nunca visto un servicio sin igual, pre- paró al virey una recepción hasta entonces única. El 1 5 de Abril,^ que era en el que debía entrar Colon en Barcelona, salieron á su encuentro gran parte de los habitantes, precedidos de la flor de la juventud, mientras una diputación de palacio lo aguardaba á las puertas de la ciudad. Como para realzar mas esta solemnidad bri- llaba el sol con todo su esplendor, y la tierra lucia sus mas ricos productos, perfumándolo todo la brisa del mar, im- pregnada de las esencias de las infinitas flores que prin- cipiaban á entreabrirse. Habíase dado mayor ostensión á la sala de ceremo- nias del alcázar, disponiéndola de suerte que, estuvie- ra á la vista del pueblo su interior, adornado con magni- ficencia. Bajo un espléndido dosel de brocado de oro, había dos tronos, una banqueta de terciopelo con franjas, y un poco distante un rico sillón. Momentos antes de llegar Colon entraron SS. AA. con mantos y coronas, precedidas de los heraldos, trom- peteros y servidumbre, tomando asiento en los tronos. El príncipe heredero ocupó la banqueta; pero el sillón perma- neció vacio.

. Fernando Colon. Historia del almirante, cap. XLT.