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CAPITULO V.


I.


Lo que llevaba la Santa Clara en su castillo de popa con el nombre de almirante era un cuerpo inmóvil, sin conciencia de su ser. El 29 de Setiembre entró la flotilla en el puerto deseado, con gran contento de la colonia que, con cinco meses de ausencia estaba temerosa de alguna catástrofe. Al fin, después de un sueño de cinco dias con sus noches, una voz, muy conocida del corazon del virey, vino á sacarlo de su letargo, encontrándose al despertar en los brazos de don Diego y don Bartolomé, de quien por espacio de mas de ocho años no habia tenido noticias.

Este inesperado encuentro apresuró su restablecimiento, porque para una naturaleza tan sensible como la de Colon, el regocijo del alma era el remedio mas eficaz. La providencia preparó tan consoladora sorpresa á su servidor, que halló en sus dos hermanos un verdadero apoyo en el momento en que el cansancio, las traiciones y las rencillas, fomentadas á su placer durante su ausencia, le hacian de absoluta necesidad su amor y su lealtad.

Ya dijimos, y no nos cansaremos de repetirlo, que en la vida prodijiosa de Cristóbal Colon todo es ejemplo y enseñanza, y que los incidentes, los hombres, y las cosas que á ellas van unidas, tambien contienen su instruccion; porque la crónica de su vida es el compendio de la historia de la humanidad. Si el cuadro de la fa-

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