Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/529

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amaba como al hijo de sus desvelos y de sus vijilias; fué el objeto de su complacencia y de su predilección tanto que, al perderle, no podia contener en público sus lá- grimas cuya abundancia le privaba de celebrar el santo sacrificio de la misa, sobre todo, en el templo donde des- cansaban los restos humanos del hijo de su intelijencia, y en el cual no tuvo ya fuerzas para oficiar. Diéronle en- tonces el obispado de Falencia.

 En cuanto á Isabel sabido es lo que tan terrible golpe estreaieció su ser, porque de aquel dia dató la ruina de su vigorosa naturaleza, naturaleza que no habian podi- do marchitar ni el cansancio de la guerra, ni los traba- jos del despacho, ni las vijilias de la corte. Pero la reyna supo dominar los dolores de su corazón de madre para no descuidar los intereses de su pueblo.

 No obstante, participando de las amarguras que inun- daban el pecho de esta soberana idolatrada, y aflijido de su aflicción tuvo Cristóbal Colon ánimo bastante para guardar silencio hasta el dia 23 de Diciembre, en que, viendo la imposibilidad de vencer la resistencia pasiva de las oficinas de Sevilla, al decir de las cuales, no po- dían aprovisionarse los bajeles á causa de los escesivos precios que pedian los traficantes y de la poca priesa que mostraban en hacerse cargo de los abastos, se hizo au- torizar, junto con el obispo Fonseca, para fijar el precio de las municiones de boca y guerra, destinadas á las Indias, para buscar contratistas á esos precios, y para , á falta de ellos proveer á lo mejor posible.[1]

 Así, después de dieziocho meses de paciencia, el gran- de almirante del Océano, el virey de las Indias, se vio reducido á recorrer en persona las tiendas para comprar habichuelas, habas, arroz, vino, cerdo salado, garbanzos, aceite, regatear sus valores y asegurarse de la calidad de

todo. No fueron este papel estraño y esta fatiga sus

  1. Cédula de 23 de Diciembre 1497.— Coleccion diplomática. Documentos n.CXXIV.