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XLIX

así pretestando erudicion, imparcialidad y crítica histórica, esta sociedad de cuatro escritores ha desnaturalizado las íntimas acciones de Colon, ha desenterrado todas las calumnias repetidas durante su vida, y ha sabido eclipsarlas con otra, que no se ocurrió á sus contemporáneos. Ni el mas venenoso enemigo de su fama atacó la pureza de sus costumbres: el aliento de la envidia no empañó jamás aquel espejo de castidad, pues semejante impostura estaba reservada á nuestros tiempos.

Ya es hora de confundir la inculpacion que se concibió en Piamonte, que vió la luz en Jénova, se amamantó en España, y fué prohijada en seguida por el protestantismo para oponerla á la relijiosidad del ser escojido por Dios, para levantar el velo que cubria de sesenta siglos atras la totalidad de su obra terrestre. Tranquilícese la piedad de los fieles, y nada teman los admiradores del heraldo de la cruz, porque fué tan sin tacha como valiente, y si participó de nuestra condicion, no por eso se olvidó nunca de lo mucho á que lo obligaba la honra que se habia dignado hacerle la providencia. Sin embargo; para los que respeten tanto la integridad de la historia como la gloria de Colon, debemos, antes de narrar sus hechos, desenmascarar la mentira que ha dado pié á las diversas delaciones dirijidas contra él, y entónces se verá con cuanta lijereza han dado crédito á ella, y condenado á su víctima personas muy graves. Hé aquí como se presentó, se oyó, se aceptó y se impuso á la Europa ilustrada.

En 1805, Galeani Napione, hombre instruido, pero quisquilloso y terco, que se obstinaba en decir contra la evidencia que Colon nació en el castillo de Cuccaro,