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ÉPOCA MAURITANA

consiguiente, todas aquellas partes de las mezquitas, respetando los alminares á ellas anejos, entre los cuales merece ocupar sitio preferente la bellísima torre de la iglesia parroquial de San Marcos, triste página que acredita la funesta indiferencia con que los poderes eclesiástico y civil miran la conservación de nuestros monumentos.

Permítasenos este desahogo al tratar de la torre de San Marcos, si se considera la lamentable situación en que se encuentra. Su fábrica va debilitándose cada vez más y deteriorándose día por día, hasta el punto, que si llegase el momento de intentar su restauración, habrían ya de faltarnos para conseguirla, en alguna de sus partes, los datos primitivos en que tienen que fundarse los restauradores, que inteligente y concienzudamente quieren cumplir con su obligación.

La necesidad de establecer la campana para el reloj de dicha torre, obligó á nuestros abuelos, en el siglo XVIII, á edificar en la terraza de aquélla, una ridícula torrecilla, y en la mencionada época fué mutilado el bellísimo ajimez superior de la fachada que mira á Poniente, con una monstruosa esfera para el mismo reloj. A consecuencia del abandono en que durante tantos años ha estado la torre, hemos visto desaparecer de las enjutas del citado ajimez las piececitas de mosaicos de azulejos blancos, azules y melados con que las adornaron sus constructores; ornatos que todavía en nuestra juventud existían, casi por completo, y de los cuales, apenas si quedan hasta cuatro ó cinco, de las que podríamos llamar cruciformes, (véase la figura 17 al final de este capítulo) quedando sólo un pequeño trozo de cinta verde malaquita de la que encuadró los tres espacios de las enjutas de esta ventana. Con tales pérdidas, cuando llegue la hora, que por desgracia no creemos próxima, de emprender la restauración del monumento, ¿cómo y de qué manera podrá subsanarlas el director de la obrar

Para el arqueólogo escrupuloso pueden también ser considerados como perdidos otros datos análogos que existieron en el alminar de la iglesia parroquial de Santa Catalina. Hasta el año de 1881, podía juzgarse de la forma que tuvieron las elegantes labores de ladrillo en relieve formando lobulados losanges que