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PEREGRINACIONES 37

me hallaba libre de él, entreguéme á una loca alegría. Rompí el método del doctor, y comí, bebí. corrí, toqué el piano. canté y bailé: todo esto con el anhelo ardiente del cautivo que sale de una larga prision. Parecíame que cada uno de estos ruidosos actos de la vida era una patente de salud; y olvidaba del todo la fiebre, la tos y los sudores, esos siniestros huéspedes de mi pobre cuerpo.

IV

Cuán bello es vivir!

Sinembargo. ¡fenómenos capaces de dar al traste con las teorías del doctor y de todos los médicos del mundo ! aquellos desmanes, bastante cada uno de ellos para matarme, parecian hacer en mí un efecto del todo contrario. Por de pronto, me volvieron el apetito y el sueño; y cuando al siguiente dia, delante de Pisco, hube chupado el jugo de media docena de naranjas, sentí en mis venas tan suave frescor, que fuí á pedir al médico de á bordo recontara los cien latidos que la víspera habia encontrado á mi pulso. Hízolo, y los halló reducidos á sesenta. El principal agente de mi mal, la fiebre, me habia dejado.

Ese dia escribí á Lima dos cartas. La una llevaba al corazon maternal gratas nuevas.