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42 PANORAMAS DE La VIDA

su alma: en el departamento que mandaba era idolatrado. Cuando llegó á Cobija encontró un semillero de ódios políticos que amenazaba hacer de la pequeña ciudad un campo de Agramante. Quevedo, por medio de agradables reuniones en su casa, de partidas de campo, comedias y otras diversiones, logró una fusion completa ; y cuando yo llegué, aquel pueblo asentado entre el mar y el desierto, parecia que encerraba una sola familia. Tal era la fraternidad que reinaba entre sus habitantes.

Nada tan agradable como la tertulia del prefecto en Cobija. A ella asistia el general V., que se hallaba proscrito. Figúrate cuanta sal derramaria con su decir elocuente y gracioso, ya refiriendo una anécdota, ya disertando de política; ora jugando al ajedrez, ora al rocambor. Yo me divertia en hacer trampas en este juego, tan solo por ver el juicio que de ello él hacía.

Pero el ánsia de partir me devoraba. Había encargado que me llamaran un arriero; mas la amable hermana de mi huésped los despedia sin que yo lo supiera: por que deseaba retenerme unos dias mas á su lado.

En fin, un dia concerté mi viaje con uno, como todos los arrieros que trafican en Cobija, vecino de Calama. Pero este arriero tenia diez y siete bestias, sin contar las de silla: y no queria partir hasta