Página:La Atlantida (1886).djvu/267

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
267
X—LA NUEVA HESPERIA

Bien lo pregonan ellas, desde el Empíreo, al convertirse cada yema del naranjo en florido mayo; sólo por verlo, salieron á centellear, cual ojos del cielo, donde, reunidas, lloran á raudales.


Las hijas que de Alcides tuvo en la risueña Hesperia, como ella gallardas, fueron de blando y tierno corazón, y, cual sus ojos y negra caballera, tuvieron su trigueño color de virgen, que hace penar de amores.


Mas ella, con añoranza, vuelve siempre los ojos hacia donde, llorosa como Eva, dejó su paraíso; y descolgando la lira de triste recordación, cisne de otras aguas, así entona su último canto:


—¡Tierra feliz del Betis! ¡cuán deliciosa eres y cuán bella! mas ¡ay! nunca podré olvidar la de mis padres; á pedir voy á los tibios leveches que de ella vienen si en un pliegue de sus alas quieren restituirme.


¡Cuán lindas sois, hijas mías! Mas, al contemplar vuestra sonrisa, suspiro por la de otras Hespérides; y aquí, condenada á vivir junto á su náufraga cuna, hilo á hilo siento fundirse en lágrimas mi corazón.