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CONCLUSIÓN

Allende la sumergida Atlántida, ha vislumbrado á la virgen de sus amores, como al final de un puente gentil ciudad; cual detrás de ese cielo cielos más hermosos; cual más all de los luminicos astros el tabernáculo de oro del Increado.


La faz vuelta al sol, que entre purpúrea neblina se sepulta, como evadiendo su mirada, parece haberle sorprendido en su carrera, y gritarle, aleando: «Astro, aguárdame, que de tu rastro en pos ¡Fiat! decir quiero al caos de Occidente.»


La mar que á vuestras plantas dormita y sueña, ¿no os trae de remotas playas la armonía? el aire ¿no os conduce perfume de paraíso, ni quejumbrosos suspiros