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CONCLUSIÓN

Á la sazón penetrando el sol en la Alhambra, con sus amorosos rayos inundó la cámara tapizada de oro, topacios y zafiros; y, quebrándose en fantástica refracción, circundó á los tres aureola de gloria, sombra de los elegidos del Señor.


Halla Colón carabelas; y, al afrontar, animoso, en sus toscas ala, la mar tenebrosa, la humanidad motéjale de loco; al Genio que la conducía, en su vuelo, á la soñada tierra de promisión, como Moisés por entre las aguas del Rojo Mar.


El sabio anciano, que desde una cima le contempla, siente vibrar su corazón como una lira; ve al Ángel de las Españas, gentil y hermoso, que son sus alas de oro ayer cobijó á Granada, extenderlas hoy por el firmamento, y que por manto suyo las toma la espaciosa tierra.


Ve rebrotar en otro hemisferio, junto con la española pujanza, el árbol de la Cruz, y el mundo reflorecer á