Página:La Eneida de Virgilio.djvu/13

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Las espumas salpican los luceros,
Los remos se deshacen y en la nave
Cual monte cae el espumoso piélago;
Ya se agita en la altura suspendida,
Ya la recoge del abismo el centro
Ya la bullente arena la confunde;
Tres bajeles rompiera el Noto fiero
En las rocas, que altares llamó Italia,
En donde se replega el mar inmenso
Y los combate con rabiosa zaña:
Y allí los hunde el arenoso cerco.
De fuertes Licios con el fiel Orontes,
La nave hiere el implacable viento,
Y el piloto volviendo su cabeza
Con la nave lo traga siempre hambriento,
Rápido el incansable remolino,
Del abismo despojos revolviendo.
Ya el viejo Alethes y el valiente Abante,
Achátes é Ilioneo el Ponto vieron,
La instante muerte; y Aquilon sañoso
Contra las naves desplegó su ceño.
Mas Neptuno potente oye en las ondas
Amargas un estraño movimiento,
Y observa; mas su enojo disimula.
Y apacible mirando el mar revuelto
Los troyanos bajeles vió abismados
Por Aquilon y el tempestuoso cielo.
De su hermana conoce la perfidia;
De Vientos llama al escuadron ligero;
« ¿En que fundais, les dice, tanto orgullo
« Que fieros trastornais los elementos,
« Sin que os lo mande yo mover las onda?