Página:La romana. Presencia de la mujer en las Elegías del Corpus Tibullianum.djvu/10

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

cia, ejercen un disimulado magisterio de erotismo poético, cuya formulación organizada y humorística constituirá la materia del Ars Amatoria de Ovidio. En las sociedades actuales euroamericanas, en las que se educa al individuo para que se afirme en su propia individualidad (el "uno mismo", con su repertorio de gustos), y se procura la atención solícita a los impulsos del corazón (entendido éste como el registro polémico de las emociones) y su expresión como catarsis, variadas simpatías y sinfronías tocan a los elegistas con más frecuencia de lo que alcanzan a otros poetas latinos consagrados. De hecho, además, en la poesía elegíaca se encuentran esbozos de discusión con un establishment político que intenta paulatinamente incrementar su control de las vidas privadas de los ciudadanos, en la medida en que estas vidas privadas toman estado público por el arte y ocupan un espacio que quiebra la hegemonía cultural en la que se empeña el incipiente principado. Como veremos, el amor, el otium y la poesía significan una respuesta activamente política, desde su sostenida elocuencia contestataria. Esta desconfianza a veces evidente en lo político (público, institucional, militar) también consuena con perspectivas contemporáneas y suele aparecer como más identificable un cierto recelo hacia las acciones políticas de los gobernantes, que la comunión de los intelectuales con el poder y las celebraciones artísticas de los gobiernos, bajo sospecha de conformismo, obsecuencia o inmoralidad. Para esta nueva especie de sincretismo romántico que se difunde en nuestros días, los elegistas pueden decir algo y enseñar algo, que tal vez no resulte ser lo que se creía. Cierto deconstruccionismo ha jugado un papel decisivo en este redescubrimiento de la elegía. Hablamos de un deconstruccio- que se perfila ya en Denis de Rougemont cuando analiza la composición del amor occidental y desmonta el edificio del amor cortés, o el deconstruccio- nismo nismo que, desde Archibald Allen hasta Veyne, desmantela el presupuesto de la confesión sentimental elegíaca. Después de esto, los elegistas aparecen próximos a la levedad ovidiana del Ars Amatoria. Se retira el poeta patético, llorón y acongojado, y en su lugar aparece entonces el director artístico de la urbanitas, el tersus atque elegans Tibulo que ordena su poesía con sofisticada estratagema. Presentamos, pues, una visión global de la elegía amatoria que toma como centro a la mujer, integrando las problemáticas más características que suscita esta presencia. 10