Página:La romana. Presencia de la mujer en las Elegías del Corpus Tibullianum.djvu/19

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Con respecto a la discusión acerca de las fuentes griegas de la elegía, Veyne (p.27) sefala con agudeza que, cuando Quintiliano (vide supra) afirma la superioridad romana en tal materia, se imagina que la elegía existe tan natural y universalmente como la flora y la fauna; la civilización helénica pasa a ser «la civilización», y por lo tanto Roma entiende que los griegos son sólo sus primeros poseedores y no deben mantener un monopolio: La verdadera origina- lidad se mide por lo natural del gesto de apropiación; una personalidad lo bastante fuerte como para adueñarse de las cosas audazmente también tendrá la fuerza necesaria para asimilarlas, y no se refugiará en la especificidad nacional. Los romanos son originales, agrega Veyne, cuando añaden algo a Grecia, cuando perfeccionan las recetas que ésta conoció antes; pero no son menos originales cuando cultivan por su cuenta un bien de origen griego. La elegía erótica es, pues, la apropiación romana del arte de Calímaco. Ubicándose en una perspectiva esteticista que se matiza con observaciones socio-históricas, Veyne subraya la naturaleza convencional de la elegía, construida en la esfera del "arte puro" que ofrece un estereotipo femenino - la domina - organizado en una serie de características que representan un particular status social (la "mala sociedad"). El arte de la elegía se desprende, de este modo, de las condiciones sociales en el que se genera y se presenta como un sistema caracterizado por necesidades internas decreación en el que la función de entretenimiento asume un lugar de privilegio. Deseamos detenernos, finalmente, en un estudio reciente que hemos reseñado. Kennedy considera contrapuestamente la definición de Jasper Griffin, para quien la elegía es un producto refinado que proporciona una versión estilizada de la realidad, surgida en medios aristocráticos con comple- jas convenciones culturales y estilo altamente pulido, en la que se dibuja la presencia de una realidad emocional, y el citado estudio de María Wyke, para quien el realismo elegíaco es una cualidad del texto, un efecto estético, y no la manifestación directa de un mundo "real" (p.6) Este efecto de realidad es análogo al efecto de "sinceridad" reconocido por Allen. A los postulados de Griffin, que encuentra rasgos de los elegistas en el modelo histórico de Marco Antonio, Kennedy contesta desde la perspectiva del textualismo según la cual la "vida" y las prácticas que la constituyen llegan a ser "textos", discursos que se viven. Kennedy expone las limitaciones del historicismo: de diversos 19