Página:Literatura policial en la Argentina. Waleis, Borges, Saer.djvu/52

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ojos, la lengua, las orejas, etc., un intento por desentrañar -ignoro si la palabra fue elegida a propósito por los que redactaron el ¡nforme- el supuesto misterio del cuerpo materno..."-‘2. Después de todo, la vagina de estas ancianas, ¿no era Ia "hendidura legendaria que, literalmente, expele no solamente al hombre sino también al mundo“? Si el sentido no está allí, entre los datos materiales de la realidad, si debió ser alucinado o soñado, entonces ni los hechos ni el mundo mismo existen fuera de esa especie de mónada sin puertas ni ventanas que es el hombre. Afuera hay sólo una ”mancha Rorschach"3“, una multiplicidad abigarrada de trazos sin sentido o de fragmentos sin unidad, una sopa caótica de objetos parciales sobre los cuales las mónadas proyectan sus fantasmas. En fin, la multiplicidad misma de los des-hechos (¿Haría falta insistir aquí acerca de cómo toda una tradición cristiana pensó lo sensible, lo que se resiste al control omnisciente del Logos, como lo ”inmundo"?). De modo que si esas mónadas son los hechos y el mundo, las hendiduras que los expelieron guardan el divino secreto de la creación. La ”pulsión de verdad”, el deseo de que las dos series dispares armonicen finalmente, no es algo distinto de un rechazo radical de la escisión fatídica del "yo"’, de la fisuraode la grieta, de la félure, como la llamaba Zola, para defender la unidad imaginaria del individuo y la armonia entre lo "exterior" y lo "interior", entre lo visible y la narración. La pulsión de verdad es el rechazo del deseo y del sin-sentido profundo, del "fondo oscuro", de donde brota todo sentido. Seguro de su individualidad, de su no-divisiblidad, de su coincidencia consigo mismo, "dando por sentado que la zona clara de la existencia es el escenario principal hacia el que debe convergir, lo quiera o no, la dispersión caótica del mundo”35, como esos franceses que Saer describe haciendo compras en las vísperas de Navidad, Morvan no se distingue de los colastinés de El entenado. Desde esta perspectiva, en efecto, no habría mucha diferencia entre el acto de "desentrañar" o destripar las ancianas y el de comerse a los otros: "si actuaban de esa manera -ref|exionaba el entenado- era porque habían experimentado, en algún momento, antes de sentirse distintos al mundo, el peso de la nada“. abdominales, así como también la costumbrede hurgar, separar las vísceras, los 54