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MUSEO NACIONAL.

En el extremo occidental de esta sala hay varios modelos de minas, hechos principalmente de las diferentes piedras encontradas en las regiones minerales de México. Las figuras son de plata; y las diversas partes de la mina, el modo de obtener el mineral, de quitarles agua, los tiros hundidos, los vestidos, apariencia y trabajo de los obreros, son representadas muy fielmente.

En una de las esquinas, detrás de mucha basura, viejos pupitres y bancos, está la armadura de Cortés—un simple traje de acero ornamentado, de cuya talla, juzgo que el conquistador no era un hombre de gran tamaño o fuerza corporal. Entre los retratos de los virreyes contenidos en este apartamento, hay uno de Cortés; y en él está representado de una forma diferente de la que hemos estado acostumbrados a conocerlo desde nuestra niñez, cuando lo conocimos por primera vez en historias de escuela, dibujado como un héroe de aspecto salvaje con sombrero encorvado y una capa con plumas y pieles. No hay duda, me dicen de la autenticidad de la imagen en este Museo; y su historia se remonta con certeza al período del tercer virrey, cuando se inició la Galería de retratos. Le representa con armadura, muy pulido y con incrustaciones de oro. Una mano descansa sobre su casco emplumado y otro sobre una macana. La figura es delgada y grácil. Debo decir, solo por la expresión de la cabeza, que el retrato era exacto. Sus ojos se elevan al cielo—su pelo gris en espiral alrededor de una ceja bastante estrecho y no muy elevado, y la parte inferior de su cara está cubierta con barba y bigote, a través de la que aparece una boca marcada con firmeza y dignidad. Hay una mirada de mundo y del cielo; de veneración y de autoridad. De hecho, es un cuadro característico del soldado intolerante, que mató a miles en la adquisición de oro, Imperio y un nuevo altar para la Santa Cruz. Nunca fue la biografía de un héroe y entusiasta, más completamente escrita en la historia, de lo que fue realizado por el pintor desconocido de este retrato sobre el lienzo que embellecen las paredes del Palacio Colonial de México.

En el mismo cuarto de esta imagen, cuelga el estandarte bajo el cual conquistó. Está en un grande marco de oro, cubierto con vidrio; y tanto como pude distinguir en la mala luz mala en que está colocado, representa la Virgen María, pintado sobre seda carmesí, rodeado de estrellas y una inscripción.

Justo debajo de esto hay una pintura India antigua, hecha poco después de la conquista, de los cuales el siguiente grabado es un facsímil. Lo copié muy cuidadosamente, como un auténtico registro de algunas de las crueldades practicadas por los españoles en someter a los jefes del país y dando terror a las mentes de los indios sin arte.