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MÉXICO.

la base de la esquina suroeste es dos pies siete pulgadas de alto, cinco pies de largo y cuatro pies y siete pulgadas de ancho.

Cuando se recuerde que estos materiales no se encuentran en la zona, pero fueron traídos desde una gran distancia, y llevados encima de una colina, (más de trescientos pies de altura,) podemos dejar de ser impactados con la industria, el trabajo y el ingenio de los constructores, especialmente cuando el uso de bestias de carga era en ese momento desconocido en México. Tampoco fue este edificio en la cumbre la única parte del trabajo del arquitecto. Enormes rocas fueron traídas para formar las paredes apoyando las terrazas que rodeaban la colina de una legua de circunferencia, y toda esa inmensa masa fue cubierta de piedra. ¡Más allá de estas terrazas nuevamente, hubo otra tarea inmensa en la zanja, de medida aún mayor, que tuvo que ser excavado y regularmente embancada! Cuando se combinan todas estas dificultades y todo su trabajo, creo que usted estará de acuerdo conmigo, que existen pocas obras, sin utilidad imprescindible, realizadas en el presente por naciones civilizadas, que no se hunden en la insignificancia cuando son contrastadas con la colina de Xochicalco, desde cuya cumbre se levantaba su noble pirámide de piedra porfídica esculpida.

Parece no haber ninguna duda de que una escalinata se levantó en el frente occidental desde el comienzo de la terraza y terminó ante tres portales, cuyos restos Nebel alega haber descubierto; pero desde su visita, el edificio ha sido tan dañado, y la vegetación ha crecido tan vigorosamente, que no he podido percibir cualquier indicación de las aberturas. Es probable que estos llevaran al interior del templo, donde hay una comunicación con las bóvedas subterráneas que se han explorado en pocos años por personas que actúan bajo las órdenes del Gobierno. Traté de examinar estos subterráneos tan pronto como encontré la apertura, al pie de la primera terraza del lado norte de la colina; pero el guía profesó ignorancia del interior, y el indio que él había contratado como guia falló en acudir. De hecho, tal es la superstición de estas ingenuas personas, que resulta difícil investigar cualquier cosa en la que sus servicios sean necesarios, entre las reliquias de su antigua raza. Ellos creen que los montículos y cavernas están atormentados por los espíritus de sus antepasados— que fueron lugares de sepultura o santidad—y pocos tienen la entereza para ayudar a revelar sus secretos.

Al examinar varias obras sobre el tema de estas ruinas, la mejor información que he encontrado de ellos es el relato de una visita de cierto caballero en marzo de 1835, por orden del Gobierno Supremo.* Haciendo un examen completo, tanto de la pirámide y la colina, este grupo exploró las cavernas y bóvedas.

Tras describir su curso a través de diversos pasajes oscuros y estrechos, cuyas paredes fueron cubiertas con un cemento duro barnizado de gris, que preservó su brillo en un grado notable, llegaron a

* Publicado en la Revista Mexicana de 1835.