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UN RANCHO.

y cama, pero como no había ninguna de estas comodidades en la casa para mí, me envolví en mi sarape en un duro sofá, con plena expectativa de una noche de profundo reposo.

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21 septiembre—miércoles . Nos fuimos de Tetecala bastante tarde esta mañana, sin otros refrescos que una taza de chocolate y una galleta, como nuestra intención era parar en la hacienda de Cocoyotla, donde llegamos sobre las 11.

No teníamos ninguna carta de presentación para el Señor Sylva, el propietario; pero sin embargo, fuimos, muy amablemente recibidos por él. Él nos solicitó a desmontar y entretenernos visitando su jardín y naranjal mientras él ordenó el desayuno.

Se trata de una pequeña, pero una de las haciendas más hermosas en la tierra caliente. Una torre de capilla hermosa recientemente se ha agregado al viejo edificio; un ala de amplios arcos se ha dado a la vivienda, y el jardín se mantiene en orden y de buen gusto.

Atrás de la casa y bordeando el jardín, se extiende a lo largo de un arroyo dulce, de unas veinte yardas de ancho y por canales, los terrenos están abundantemente suministrados con agua. Pero la joya de Cocoyotla es la naranja. No es sólo una arboleda, sino un bosque en miniatura, intercalados con plátano de hoja ancha, guayabas, cocos, palmas, y mameyes. Estaba lleno con frutas; y una multitud de aves, perturbadas por la visita, han hecho sus moradas entre las ramas sombreadas.

Paseamos en la deliciosa y fragante sombra durante media hora, mientras que el jardinero nos dio los mejores frutos. Luego fuimos convocados a un excelente desayuno de varios platos, adornado con el vino capital.

Cuando concluyó nuestra comida, él Señor Sylva nos llevó a su casa; nos mostró el interior de la bonita Iglesia, donde hizo pedestales para las figuras de varios Santos de estalactitas de alguna caverna vecina; y finalmente, nos despidió con sacos de la fruta más selecta, que había ordenado seleccionar de su arboleda.

RANCHO DE MICHAPAS.

P. M. Nuestro viaje de esta hacienda fue hacia la cueva de Cacahuamilpa, que nos proponemos visitar mañana, y hemos llegado, esta noche, el rancho de Michapas.

Esta es una nueva característica en nuestros viajes. Hasta ahora hemos sido invitados en haciendas y viviendas de la ciudad cómoda, pero a la noche nos estamos alojados en un rancho—vivienda del pequeño agricultor—una choza indígena.

Llegamos como a las 5, después de un paseo cálido sobre una amplia y solitaria llanura, con un fondo de las montañas que pasamos ayer. En