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MANUSCRITOS MEXICANOS.

scrito, como de origen Azteca; lo considera "altamente improbable que sea mexicano, ya que no hay nada como esto se ha encontrado entre los monumentos de este pueblo; mientras, por otro lado, parece probable que sea el trabajo de la misma raza que creció y habitó Palenque, viendo que caracteres similares abundan entre sus ruinas". Una de las más fuertes evidencias circunstanciales, en todas las investigaciones jurídicas de la autenticidad de los documentos, es el material en el que están escritas. Así se han detectado falsas indicaciones en la fecha de la marca de agua; y, en este caso, se recordará que el material es precisamente similar al que es conocido por haber sido traído desde México, conteniendo dibujos, que sin duda fueron hechas por los aztecas. Además de esto, es una obra escrita y pintada sobre papel de maguey o Aloe americano, ninguno de los cuales fue dibujado por el Sr. Catherwood creciendo silvestre entre las ruinas de Palenque. De hecho, es una planta casi desconocida en el nivel y territorios cálidos cerca de la costa; es peculiar de las mesetas elevadas del Valle de México y los campos adyacentes, y no recuerdo haberlo visto, en el curso de mi viaje a través de la tierra caliente, incluso en la corta distancia de sesenta millas al sur de la Capital en el Valle de Cuernavaca. Si a ello se respondiera que el papel o la hoja pueden haber sido traídos a Palenque desde México, la respuesta a la vez mostraría una conexión de Artes entre la gente e iría lejos para probar su identidad nacional o cercana alianza y relaciones. Debe recordarse, también, que obras como ésta, habría sido naturalmente lo primero en ser destruido en México y la pequeñez de su número podría ser correctamente conocida.

A partir de estos hechos podríamos en justicia argumentar que este libro de ochenta yardas de longitud, cubierto con caracteres escritos e ilustrados con fotografías, es, con toda probabilidad, una producción mexicana. Las figuras de los hombres o demonios son evidentemente similares, tanto en fisonomía, postura y caras, a los de los monumentos y los ídolos que ya he descrito. ¿Pero quien deberá descifrar su significado, o el de los jeroglíficos?

Durante años los anticuarios del viejo mundo estaban adivinando en la magnificación de jeroglíficos egipcios, hasta que, en 1799, un ingeniero francés, al excavar los cimientos del Fuerte San. Julián, en la orilla oeste del Nilo, entre Roseta y el mar, descubrió el fragmento de una piedra que ahora está depositado en el Museo Británico. Contenía una inscripción en jeroglíficos. Demótico y griego, las cuales son lenguas egipcias antiguas. Se descifró el griega y la traducción fue aplicada al demótico, y ambos, nuevamente, a los jeroglíficos; y, por tanto, después de años de trabajo incesante y paciente, se estableció una clave por la cual los actuales eruditos de Europa van entre las reliquias de Egipto y descifran las inscripciones de sus tumbas tan fácilmente como leemos los objetos sobre las tumbas de nuestros amigos en los cementerios de Boston o Baltimore. Pero incluso si una piedra de Roseta fuera descubierta en México, no existe ninguna lengua India para suministrar la clave o el intérprete.

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