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MÉXICO.

les resulta difícil a gastar su tiempo de otra manera; y los jóvenes por mil razones que los jóvenes más fácilmente comprenderán.

Los palcos generalmente se rentan por mes o año y son, por supuesto, diversión de familias que los llenan con vestido completo cada noche y lo utilizan como una sala de recepción para los habituales de sus casas; aunque no es tanta la costumbre de visitar en el teatro como en Italia.

El pozo es el paraíso de solteros. Sus asientos son sillones con brazos, alquilados por mes y por supuesto nunca ocupados sino por sus dueños regulares. El escenario es grande y la escenografía bien pintada; pero toda la actuación resulta más bien una especie de mera repetición que actuación, como los "cómicos" invariablemente siguen las palabras, pronunciadas en un tono fuerte por un apuntador, quien se sienta delante debajo del escenario con la cabeza parcialmente oculta por una capucha de madera. Una dependencia constante de esta persona, enormemente perjudica el efecto dramático y hace todo un poco mejor que mala lectura; pero me alegré al percibir que los actores de Nuevo México habían estudiado evidentemente sus partes y realmente ejecutan los personajes de los mejores dramas de la escuela española.

No puedo dejar de pensar que esta domesticación habitual en el teatro, es perjudicial a los hábitos de los mexicanos. Hace a sus mujeres vivir demasiado en el extranjero y cultivar un amor de admiración. La pálida, entretenida mañana en casa, sigue por un paseo de noche; y eso, por el asiento de costumbre en la ópera o teatro, donde se escuchan repeticiones de las mismas piezas, flirtean con los mismos caballeros o se hacen las agraciadas con sus admiradores. Si los espectáculos fueran de carácter altamente intelectual, o un desarrollo de las altas pasiones del alma, (como las obras maestras de nuestra escuela Inglesa) habría alguna excusa para la indulgencia de este gusto nacional; pero la disposición de la audiencia está dirigida principalmente, hacia la comedia o a un insulso melodrama al estilo más perversos de la Francia moderna. Amor y asesinato,—crimen y maldad,—han convertido el escenario en una dramática nueva puerta, donde criminales sentimentales y hermosas mujeres, cuya moral es tan cuestionable como el color de sus mejillas, se realizan por turnos para excitar nuestro asombro y disgusto.

PICARDÍA MEXICANA.

Cuando relataba, el otro día, de las cárceles mexicanas y prisioneros, me olvidé de relatar algunas anécdotas que se dicen en la Capital de la habilidad de ladrones nativos.

Hace un tiempo ya, un caballero inglés que paseaba tranquilamente a lo largo de los Portales, la arteria más concurrida de México, su atención