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MEXICO.

ción del claro del bosque como una esmeralda. El vapor, subiendo desde el mar, impulsado al interior por los vientos del Norte, donde primero pega a las montañas; convirtiéndose en lluvia y niebla y rocío entre los acantilados, conserva ese verde perenne que cubre esta región fecunda con frondosidad y frescura constante. Jalapa, en consecuencia, es una "ciudad húmeda", pero goza de una gran reputación de salubridad. Ahora es la mejor temporada del año; pero apenas un día pasa sin lluvia, mientras que los rangos de termómetro es de 52o a 76o, de acuerdo con el estado de las nubes y vientos. Tan pronto como las montañas descargan sus vapores, el sol pega con fiereza e intensidad, aumentado por la reflexión de cada colina, hacia la ciudad, como un foco.

Aun así vi lo suficiente como para justificar todas las alabanzas incluso de admiradores extravagantes. Su sociedad se dice que es excelente, y sus mujeres son tema de poetas en toda la República. Al descender de la parte superior de San Francisco y camine de regreso al hotel, me encontré con numerosas bellas doncellas yendo a sus casas a después de la temprana misa. El paso majestuoso, ojos líquidos, la mejilla pálida pero brillante y una mirada indescriptible de ternura, completan una imagen de belleza raramente igualada en climas del Norte y otros lugares sin paralelo en México.

Después de despachar nuestro desayuno, por el que pagamos (junto con nuestra noche alojamiento y cena) la suma de cuatro dólares, montamos la diligencia a las 10, preparados como de costumbre para los ladrones y salimos para Perote.

Al salir de la ciudad pasamos por la plaza pública; y en el mercado que se celebra allí primero vi la perfección de la abundante cantidad de frutas tropicales (especialmente la chirimoya y granadita) por las que Jalapa es reconocida. El mercado es suministrado por numerosos pequeños cultivadores de la zona, las mujeres tienen una semejanza con nuestros indios del Norte, que quizás es aún más extraña y más notable que la de los hombres.

El Maíz, el gran alimento de subsistencia para bípedos y cuadrúpedos nuestro mundo occidental, se utiliza principalmente en las tortillas de las que tanto oímos de viajeros en México.

Los vendedores de estas duras, viandas de cuero, se sientan en líneas a lo largo de la acera de los paseos laterales con sus tortas frescas en cestas cubiertas con servilletas limpias para preservar su calidez. Allí esperan pacientemente a los compradores; y como tortillas, con un poco de chile o, pimiento rojo cocido en manteca de cerdo, son indispensables al menos dos veces por día para la masa del pueblo, están bastante seguros de venderlas.

Con la gran masa de mexicanos no existe tal cosa como cocina doméstica. El obrero sale con su clacos en el bolsillo, y dos o tres de ellos le comprará sus pasteles de una mujer India. Unos pasos adelante, otra mujer India tiene una olla hirviendo sobre un horno portátil y que contiene los necesarios frijoles o chile. El hombre hambriento se sienta en cuclillas junto al vendedor—hace una mesa de desayuno o almuerzo en sus rodillas—presenta su tortilla extendida en su mano para una cucharada de chile