Página:Mitos y fantasías de los aztecas.djvu/160

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conocida, trataban de buscar apoyos y auxilio, lo que los llevó a solicitar la alianza con sus acérrimos enemigos, los purépechas. Todo fue en vano. Huitzilopochtli estaba siendo derrotado por Quetzalcóatl. El efímero y limitado imperio azteca esperaba el fin. Los orgullosos guerreros aztecas estoicamente se resignaron a inmolarse. Bien pudieron huir y despoblar México—Tenochtitlán desde el tiempo que transcurrió la derrota de los europeos en “la Batalla de la noche triste” y el inicio del asedio de Tenochtitlán.

La explicación de la determinación azteca está en su propia historia y su ideología mística materialista guerrera. El orgullo azteca determinó esperar en México Tenochtitlán el final de su aventura cosmogónica e ideológica. No eran los españoles lo que preocupaba a la dirigencia azteca. Era en cambio la aceptación de la derrota de la ideología creada por Tlacaelel.

La viruela que los diezmaba como un castigo divino. Y la venganza de los pueblos avasallados y violentados en su efímero periodo de poder. Cortés y sus secuaces solo activaron el estallido social que estaba latente en el Valle del Anáhuac y en parte de las costas del Golfo de México.

El colonizador de ayer y de hoy, ha hecho todo lo que está a su alcance para que los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, no conozcamos la verdadera historia, para que no podamos aprender de ella, y sigamos repitiendo los mismos

errores. Entre más divididos y enfrentados estemos como

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