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28 EL PADRINO

sorpresa; pero luego, tomándolo á broma, soltaron á la vez una alegre carcajada.

—No se rían — observó don Pedro grave- mente — porque no hay nada más cierto: me caso.

—Si eso puede hacerte feliz no será tu hija quien se oponga — dijo Juanita conven- cida al ver la seriedad de su padre.

— Y lo que á mi me parece una idea supe- rior. — observó Eduardo — Si fuera ya inge- niero le pediría ser padrino de la boda; pero ¡un pobre estudiante !... No importa; —agregó con tono ligeramente burlón--lo seré del primer nene.

-- Y yo la madrina — dijó alegremente Jua- nita, siguiendo la broma.

—Eso sí lo acepto; trato cerrado.

-- ¡Cerrado! repitieron riendo los jóvenes.

— Pero, — observó Juanita — lo mejor se nos olvida. ¿Quién es la novia?

-- Es cierto, — dijo Eduardo — nos falta sa- ber lo principal ¿quién es?...

—Pues tienen que adivinar. Vds. la cono- cen.

Juana nombró algunas conocidas más ó menos viejas ó feas y Eduardo hlzo otro tanto; pero Real se sonreía con arrogancia á cada nombre y por último dijo:

—Por lo visto creen Vds. que valgo muy poco para salirme con semejantes mamarra-