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6 MEMORIAS SOBRE LA VIDA

ternura degeneró bien pronto en simple amistad; y Ninón hizo desde luego sobre el amor las reflexiones que en adelante decidieron de su conducta á este respecto (1).

En la embriaguez de sus descos habianse pro- metido aquella constancia eterna de que todos los amantes se creen tan capaces. Sin embargo los mutuos trasportes, las vivas agitaciones que hacen la dicha más fuerte, habían insensiblemente perdido su acti- vidad. Ninón reconoció el amor en sus efectos. No lo vió ya si no como un movimiento ciego y maquinal que la pelítica de los hombres se ha empeñado en ennoblecer según las nuevas reglas de decencia y de honor que se habían forjado arbitrariamente al separarse de su primera simplicidad.

Ese amor metafísico que no alcanzan las luces del espíritu ni los sentimientos del corazón le pareció tan poco real como los castillos encantados, los mons- truos, las maravillas de la magia, de que están llenos nuestros poemas y novelas. Atrevióse pues á arrancar al amor la máscara con que una convención particu- lar al genio de cada nación había querido cubrir sus verdaderos rasgos; y esta pasión tan respetable según las primeras ideas que de ella se nos dan comúnmente, sólo se presentó á sus ojos como la sed y la necesidad del placer, ó, como dice el abate de Chatcauneuf (2) que lo sabía por ella misma, el amor no le pareció más que un gusto fundado en los sen- tidos, un sentimiento ciego que no supone ningún

(1) Véase en Platón lo que Sócrates dice que ha aprendido de la famosa Diótima á propósito del amor. Mucho respeto tenía ella por esta pasión que crela, como Ninón, que era el ídolo y la obra de los sentidos.

2) Diálogo sobre la música de los antiguos. París, 1725,