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LOS HUESOS DEL PASADO MUERTO.

criatura viviente, y debo detestarme y despreciarme más allá de lo posible si sintiera que podría ser culpable de volver a presenciar tal escena. El entretenimiento fue dado de buena fe como un cumplido, y aceptado como tal; pero esas escenas pueden brutalizar y desmoralizar a una comunidad que les tolera, y doy gracias a Dios que iluminó el sentimiento público que ahora se está poniendo tan fuertemente contra ellos, que el día no es lejano cuando estará prohibido por la ley en este estado, así como en otras partes de México. He tenido suficiente de corridas de toros para mi vida, ya sea grande o pequeña.

Cada día en Guadalajara, vi algo más para recordarme del hecho de que estaba entre la de huesos secos del pasado—que el mundo a mi alrededor era una extraña mezcla y confusión de los siglos quince y diecinueve, las ideas de cada lucha por el dominio. Sueños utópicos de futuro, y de salvaje fe y despotismo del pasado, se revuelven y agolpan entre si, día a día, y el final de conflicto no es todavía. Un día, salí a ver los reclutas indios para el ejército de la República de México, entrenando en la plaza y, de regreso, vi en la distancia la antigua torre del lugar de culto del pueblo indio de Tonala, en el que se hacen las piezas de arcilla que he hablado. Este Tonalá fue la capital del Reino de Jalisco, cuando Cortés desembarcó en México, y allí, aún residen los descendientes los fieros guerreros aztecas—haciendo imágenes de arcilla, mientras que sus hijos y hermanos luchan por el mantenimiento del republicanismo, lado a lado con los descendientes de los conquistadores.

Llegando a nuestros suntuosos cuartos encontré en la