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CELAYA—RELIQUIAS INTERESANTES.

disparar una o dos veces a una banda de bandoleros, pero esto debe ser un pobre sustituto, después de todo, para los deportes varoniles del campo, tal como disfrutamos en la mayoría de lugares de los Estados Unidos.

Llegamos a Celaya poco después del mediodía. Esta ciudad contiene este tiempo no más de diecinueve mil habitantes, sin embargo, tiene doce Iglesias, cuatro de las cuales son inmensas. Visitamos varias, de estas, en sucesión, y las encontramos muy parecidas; y todas construidas de piedra sólida en proporciones magníficas.

En una de ellas vi una caja que contiene trescientas sesenta y cinco reliquias de Santos y mártires, pedazos de la verdadera cruz, el pesebre en que Cristo nació, la columna en la que él fue azotado, el Santo Sepulcro, etc., etc., si no ha habido ningún error en el registro, y no tengo ninguna razón para suponer que hubo ninguno.

Al salir de una de las Iglesias escuchamos un silbato de vapor, por primera vez en México, y fui a una gran fábrica de lana desde la cual el silbato llamaba a los obreros. Este establecimiento emplea seiscientos hombres y mujeres y niños jóvenes, y sostiene a la mitad de la ciudad. La lana usada es toda del artículo común, gruesa, cuesta doce centavos, libra, producida en el país, y todas las pieles provienen de los alrededores de Guadalajara. El maestro colorante obtiene setenta dólares por semana, y los obreros comunes dos dólares para los niños, a tres y cuatro dólares para los hombres y mujeres. La mayoría de los empleados son hombres, y entre ellos hay treinta oficiales del ex Ejército Imperial del General Mejía, que parecen encontrar hilado de lana y tejido un negocio mejor pagado que luchar, en el Siglo XIX, en