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ESCENA DE LA DERROTA DEL CUAUHTÉMOC.

En una de las salidas del canal, frente a Isla Piñón, vimos el naufragio del pequeño vapor de rueda de popa Cuauhtémoc, que estalló en su viaje de prueba en el lago hace algunos meses. El Presidente Juárez y gabinete estaban a bordo, y el grupo se sentaba a cenar cuando ocurrió la explosión. La pequeña cabina fue volada en átomos, y toda la cubierta superior desecha en astillas de madera, pero por extraño que sea, el grupo entero escapó ileso, aunque el Señor Romero voló por la borda, y fue estuvo en el agua por algún tiempo antes de ser rescatado. Parece ser que Juárez debe, de hecho, tener una vida encantada, y que su buena fortuna se adhiere a todos cercanos a él.

En la isla Piñón hay grandes depósitos de tierra nitrosa, y un gran número de indios participan en la recolección, y lavado en pequeñas excavaciones, donde el salitre puro es separado y secado al sol. Fue cerca de la Garita de la Viga que guerreros de Cuauhtémoc fueron finalmente derrotados, y donde ahora se levanta su monumento.

La historia del largo asedio, y las innumerables batallas peleadas por Cortés y su determinada banda de ladrones cristianos, a medida que avanzaban, día a día, a lo largo de este canal, destruyendo las casas y rellenando con los deshechos las brechas hechas en las calzadas cada noche por los mexicanos, se dice con gran vividez e impresión por Bernal Díaz, y debe ser leído por todo estudiante de historia. Esta historia destruye la mitad de la poesía de las leyendas del México antiguo, y muestra a los sitiados como feroces caníbales y salvajes implacables, y los sitiadores sólo un poco peores, más salvajes, sin ley, brutales y egoístas, haciendo la señal de la Cruz con una mano, mientras cortaban gargantas y robaban personas no amenazantes con la otra.