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SU SIMPATÍA POR LOS DESAFORTUNADOS.

que te pones a su protección, y puedes estar seguro de que ella arriesgará su propia vida, honor, y de hecho todo, para protegerte.

En este hecho se encuentra la explicación del rápido escape de tantos revolucionarios tras ser derrotados por el Gobierno. Los miserables más detestables en la tierra pueden apelar a la mujer de México para refugio y alimento, les será dado. Rechazar a cualquiera, sería en los ojos de una mujer mexicana, un pecado imperdonable contra la humanidad y Dios, y así es que hombres como Márquez, que había cometido asesinatos y otros innumerables crímenes, casi invariablemente huía de la justicia, y lograba llegar a tierra extranjera. Un preso condenado por un largo plazo, me pidió abogar por el a las autoridades, y una señora mexicana, que me acompañaba en este momento, me instó a hacerlo.

"Pero él es un granuja y un enemigo de su familia!" Le dije.

"Oh Señor, eso es cierto, pero él está enfermo y en la cárcel, ¡pobrecito!" fue la única respuesta.

Ella es una mejor cristiana que yo.

Los sirvientes mexicanos en la Ciudad de México son de una clase peculiar. Solo ganan una fracción de lo que en Estados Unidos llamamos un salario—es decir de tres a quince dólares al mes, siendo entre cinco o seis dólares un promedio razonable. Suelen permanecer varios años en una familia, y muchos de ellos, de hecho, nacen, crecen, y mueren en la misma casa, y en la familia de su primer amo. Con extranjeros, son generalmente un poco menos confiables que cuando sirven a sus amos nativos, probablemente, porque son menos estrechamente observados, y sus empleadores, están menos familiarizados con sus hábitos y peculiaridades, son menos capaces de protegerse de sus excen-