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UNA VISTA CON ESPERANZA DEL CASO.

hay un excedente de mano de obra en el mercado incluso a estas tarifas. Entonces las clases trabajadoras de México viven de una manera que ninguna otra población—solo con excepción de los chinos, tal vez,—podría soportar voluntariamente, y que pueden permitirse trabajar por una mera fracción de lo necesitaría la familia de un trabajador europeo o americano. Por estas y otras razones, creo que no hay ninguna perspectiva inmediata de una gran inmigración industrial a México de ninguna parte del mundo.

Pero, por otro lado, ¿ella lo necesita? No creo. México tiene hoy una población de ocho millones, quinientas mil personas—y eso, también, después de cincuenta años de guerras y revoluciones incesantes, que han forzado al ejército a la mayoría de los hombres sanos de la nación, despoblado distritos rurales, y llevado a la gran masa de la comunidad a la pobreza más abyecta. Su población es igual a la de los Estados Unidos en proporción a su área actual; y su fecundidad es una de las características más marcadas de la población nativa, debe ser evidente que unos años de paz la aumentará en gran medida. Con paz vendrá—o vendrían— ferrocarriles y fábricas, y afluencia de extranjeros con más o menos capital para invertir en todo tipo de empresas, las cuales construirían al país, y rápidamente desarrollar sus recursos casi ilimitados. Estos extranjeros emplearían trabajadores nativos, que todos saben que son pacientes, aguantadores, y ansiosos de trabajar si les pagan y son tratados decentemente. A medida que la condición de los trabajadores mejore, y la población agrícola, ahora sin tierra, empiece a ser dueña de la tierra en pequeña escala, aumentarían los salarios, y obreros extranjeros tendrían interés de venir aquí y establecerse. México tiene ricas minas, maravillosas