revoluciones exitosas, no sólo posibles, sino ciertas.
Unas pocas más revoluciones generales haría toda esperanza de establecer un gobierno permanente en México, por los mexicanos mismos, imposible, y los Estados Unidos podría ser impulsado, contra la voluntad de nuestro pueblo, a considerar, seriamente, la cuestión de intervención en alguna forma, para la protección común de los intereses de Estados Unidos contra los europeos, y republicanismo y contra monarquía. Se puede disfrazar como quieran, pero los Estados Unidos están en posición de Padrino de México, y somos moralmente responsables de su futuro.
No es nuestro interés absorber a México, ni invalidarlo, sino ayudarle en el establecimiento de un gobierno estable e independiente, y desarrollar sus recursos casi incalculables. Tenemos territorio suficiente, y no necesitamos codiciar campos abiertos de México. Pero debe haber un fin a la violencia y desorden en algún momento, y si todas nuestras esperanzas explotan—Dios no o quiera—y Juárez se ve obligado a dar paso a un serie de jefes militares irresponsables—que seguirían uno a otro en rápida sucesión y cada uno dejando al país más pobre y desamparado—el final es inevitable, y debemos prepararnos para mirar el asunto directamente a la cara.
Sé por observación personal—y siento decirlo—que hay un grupo grande de la población educada e inteligente nativa de México, que miran sin una particula de confianza o rayo de esperanza, al presente y futuro, y ven la absorción por Estados Unidos como el menor de los males que les amenazan y, de hecho, algo inevitable. Los acreedores