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LA MÚSICA DE OTROS DÍAS.

La música producida por tres piezas, una flauta India, un timbal o atabal, y un tambor en forma de barril de harina, y hecho como tal de piezas delgadas de madera, aros, con un extremo apoyado en el suelo, tenia una sorprendente semejanza a lo que se puede escuchar cualquier noche en los teatros chinos en San Francisco, con la misma clave alta, y el aire casi idéntico a la "canción de la flor de Jazmín," una favorita, en todo el Imperio florido central.

Los músicos morenos, con sandalias, de batas blancas, tocaron a través de todas las etapas de entretenimiento, con caras tan impasibles como las de tantas estatuas de bronce. Sólo una vez vi una mirada sorprendida por un momento sobre sus caras. Fue cuando el Prefecto brindó por la salud del Presidente de los Estados Unidos, y la salud del Presidente Juárez en dado en respuesta, los norteamericanos dieron tres entusiastas hurras, y los californianos, poniéndose de pies, hicieron el aire de la ciudad somnolienta, vieja, sonar con el grito salvaje de "el tigre". La mirada que había notado desapareció de sus rostros, tan rápido como llegó, y la música, tan salvaje, extraña y raro, continuó como antes. Cuando el Coronel Green les ofreció champán, yo les silbé "Jordon soy un duro camino para viajar," tomaron el aire, y tocando con la misma forma fría, tranquila con que habían tocado los de su tierra natal; y cuando les pagaron y despidieron, se fueron en silencio grave y respetuoso, sin una palabra o acción que indicara si estaban satisfechos o insatisfechos con los nuevos—para ellos—eventos del día.

Le dieron al Sr. Seward un certificado de miembro honorario del Ayuntamiento, o Consejo Común de Cholula, y con deseos de éxito y un