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ESTOICOS GANADORES Y PERDEDORES.

cobradores van alrededor y cobran los reales para uno nuevo. Cada juego le cuesta a cada jugador un real, o dos riales si "dobletea", y el Banco solo obtiene un porcentaje sobre el monto apostado, por hacer el negocio. Este lugar se llena todas las noches, y la mayor parte del día, por gente de todas las clases; señoras y caballeros de las mejores familias haciendo pequeñas fiestas en las mesas, y disfrutando el juego tan efusivamente como todos. Yo fui allí con un grupo de señoras y señores, jugamos una docena juegos sin ganar uno, luego fui a una mesa de ruleta, aposté dos veces al rojo y dos veces al negro, gané las cuatro apuestas, y dejé de jugar. No es un negocio de primer orden a seguir, incluso en México, donde se considera, en general, como legítimo, y muy diferente de lo que se ve en los Estados Unidos.

Lo más singular de todo este juego de apuestas es el perfecto buen orden que prevalece en la multitud. Yo no vi a un hombre borracho, ni oí una palabra enojada u ofensa entre todos los miles de jugadores. Cuando se recuerda, que para cuatro quintas partes estos jugadores el perder un solo dólar es mayor que la pérdida de cien para el jugador estadounidense promedio en la mesa de juegos de azar, se puede comprender fácilmente que tipo de evento es en sus vidas. Aun así se demuestra paciencia y cortesía por todos, y los perdedores nunca se desahogan haciendo ruido refunfuñando, mientras que los ganadores—los que hay de ellos—embolsan sus ganancias sin señal de exaltación. Los hombres que han perdido su último medio se sentarán a tu lado, y te llevaran la cuenta del juego, condoleciéndose de ti cuando pierdes, y felicitándote cuando ganas, con tanta confianza como si se hubieran conocido por años.