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discurso preliminar. XIII

tríste, en que Cortés lo creyó todo perdido cuando vio reducidos á la mitad sus soldndos y ésios acribillados de heridas; pero ileso por fortuna, aunque maltrecho nuestro historiador, asistió luego á la gloriosa victoria de Otumpán, en que peleando por la vida conquistaron los españoles la mayor honra de las alcanzadas en el Nuevo Mundo, porque triunfo tan señalado decidió á los tlaxcaltecas á jurar leal y eterna adhesión á sus aliados, como esta alianza excitó á Cortés á cumplir el empeño en que soñaba de señorear la capital del Anáhuac y sentar con fijeza allí el dominio de la madre España.

Tampoco Bernal Díaz faltó de su puesto durante aquel azaroso sitio de setenta y cinco días, en el que se riñeron muchas desesperadas batallas, de una de las cuales salió malherido en la garganta, y no pocos sangrientos reencuentros ya en tierra, ya en medio del agua de las lagunas, así en Tepeaca como en Tezcuco, y en Mexico y en los Peñoles del Marqués, y en Cuauhnahuac y en Xochimilco; hasta que, ganada la capital el 15 de Agosto de 1521, por desvergonzarse los soldados con exigencias desmedidas en el repartimiento del botín, y singularmente en el del oro, se vió obligado el caudillo á quitarse de sobre sí aquel dominio enviándoles, dos meses después, á visitar todas las provincias que le pareció que convenía que se poblasen. A los más codiciosos, procedentes en su mayor parte de la armada de Narváez, les destinó á los puntos de donde suponían que Moctezuma recibía el oro, porque en el territorio de Mexico no se daba, y á los capitanes y conquistadores experimentados, y que le inspiraban más confianza, les señaló verdaderas conquistas, como al valeroso y discreto Gonzalo de Sandoval, á quien le envió á la comarca de Tustepeque para poblar á Medellín y someter á Guazacoalco, y á sojuzgar la provincia de Panuco.

«Acuérdome», dice á este propósito Bernal Díaz, que «fuí á hablar á Cortés que me diera licencia para que fuese con Sandoval, y me dijo: — En mi conciencia, hermano Bernal Díaz del Castillo, que vivís engañado; que yo quisiera que