Una excursión: Capítulo 41

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Creencias de los indios. Son uniteístas y antropomorfistas. Gualicho . Respeto por los muertos. Plata enterrada. ¿Será cierto que la civilización corrompe? Crueldad de Bargas, bandido cordobés. Triste condición de los cautivos entre los indios. Heroicidad de algunas mujeres. Unas con otras. Modos de vender. Eufonía de la lengua araucana. ¿La carne de yegua puede ser un antídoto para la tisis?


Mi comadre Carmen vivía en Carrilobo, cerca del toldo de Villarreal, el casado con su hermana, y había venido a visitarme trayéndome mi ahijada.

Escuchándola pasamos un rato muy entretenido. Habla con facilidad el castellano y posee bastante caudal de expresiones para manifestar sus sentimientos e ideas y hacerse entender. Sobre las creencias de los indios me dio las siguientes nociones:

No se congregan jamás para adorar a Dios; le adoran a solas, ocultándose en los bosques.

No es ni el sol, ni la luna, ni las estrellas, ni la universalidad de los seres vivientes.

Por manera que no son idólatras, ni panteístas.

Son uniteístas y antropomorfistas.

Dios - Cuchauentrú , el Hombre grande, o chachao , el Padre de todos-, tiene la forma humana y está en todas partes; es invisible e indivisible; es inmensamente bueno y hay que quererle.

A quien hay que temerle es al diablo, Gualicho .

Este caballero, a quien nosotros pintamos con cola y cuernos, desnudo y echando fuego por la boca, no tiene para ellos forma alguna. Gualicho , es indivisible e invisible, y está en todas partes, lo mismo que Cuchauentrú . Mientras el uno no piensa en hacerle mal a nadie, el otro anda siempre pensando en el mal del prójimo.

Gualicho ocasiona los malones desgraciados, las invasiones de cristianos, las enfermedades y la muerte, todas las pestes y calamidades que afligen a la humanidad.

Gualicho está en la laguna cuyas aguas son malsanas, en la fruta y en la yerba venenosa; en la punta de la lanza que mata; en el cañón de la pistola que intimida; en las tinieblas de la noche pavorosa; en el reloj que indica las horas, en la aguja de marear que marca el norte; en una palabra, en todo lo que es incomprensible y misterioso.

Con Gualicho hay que andar bien; Gualicho se mete en todo: en el vientre y da dolores de barriga; en la cabeza y la hace doler; en las piernas y produce la parálisis; en los ojos y deja ciego; en los oídos y deja sordo; en la lengua y hace enmudecer.

Gualicho es en extremo ambicioso. Conviene hacerle el gusto en todo. Es menester sacrificar de tiempo en tiempo yeguas, caballos, vacas, cabras y ovejas; por lo menos una vez cada año, una vez cada doce lunas, que es como los indios computan el tiempo. Gualicho es muy enemigo de las viejas, sobre todo de las viejas feas: se les introduce quién sabe por dónde y en dónde y las maleficia.

¡Ay de aquella que está engualichada !

La matan.

Es la manera de conjurar el espíritu maligno. Las pobres viejas sufren extraordinariamente por esta causa. Cuando no están sentenciadas, andan por sentenciarlas.

Basta que en el toldo donde vive una suceda algo, que se enferme un indio, o se muera un caballo; la vieja tiene la culpa; le ha hecho daño; Gualicho no se irá de la casa hasta que la infeliz no muera. Estos sacrificios no se hacen públicamente, ni con ceremonias. El indio que tiene dominio sobre la vieja la inmola a la sordina.

En cuanto a los muertos, tienen por ellos el más profundo respeto. Una sepultura es lo más sagrado. No hay herejía comparable al hecho de desenterrar un cadáver.

Como los hindúes, los egipcios y los pitagóricos, creen en la metempsicosis, que el alma abandona la carne después de la muerte, transmigrando en un tiempo más o menos largo a otros países y dándole vida a otros cuerpos racionales o irracionales. Los ricos resucitan generalmente al sur del Río Negro, y de allí han de volver, aunque no hay memoria de que hasta ahora haya vuelto ninguno.

Por esta razón los entierran junto con el mejor caballo y las prendas de plata más valiosas que tuvieron; y alrededor de la sepultura les sacrifican caballos, vacas, yeguas, cabras y ovejas, según la riqueza que dejan, o la que poseen sus deudos o amigos El caballo y las prendas enterradas son para que tengan en qué andar en la tierra ésa, donde deben resucitar; los demás animales son para que tengan qué comer durante el viaje de ida y vuelta.

Las mujeres también resucitan, no se crea que no.

Pretenden algunos que han vivido mucho tiempo entre los indios, que a consecuencia de estas costumbres debe haber mucha plata labrada enterrada en el Desierto. Por mi parte, creo que los cristianos, que ni le tienen tanto miedo a Gualicho , ni son pitagóricos, se han encargado de desenterrarla.

Lo cierto es que, según las noticias que mi comadre me daba, las honras fúnebres no se hacen ahora con tanta pompa como antes. Queriendo explicar el porqué del hecho, decía: "Yo no sé, si será porque los cristianos han solido registrar las sepulturas o porque ahora la plata vale más".

Yo me inclino a creer que las dos causas combinadas van haciendo que los entierros sean menos lujosos.

En efecto, los indios tienen ahora muchas necesidades, les gusta mucho beber, tomar mate dulce, fumar, vestirse con ropa fina; y fácilmente se comprende que muriendo un deudo querido honren su memoria con sacrificios de caballos, vacas, yeguas, cabras y ovejas y que la plata se la guarden.

Mi comadre aseguró que mientras no hubo cristianos entre los indios, no hubo ejemplo de que se violaran las tumbas sagradas.

¿Será cierto que la civilización es corruptora?

A pesar de lo dicho, los indios no son sanguinarios ni feroces; prueba de ello es que jamás sacrifican a los manes de sus muertos víctimas humanas.

Matan a las viejas, es cierto; pero lo hacen porque las creen poseídas de Satanás. Y al fin del cuento, no es tanto lo que se pierde, dirán algunos.

Hablando seriamente, hay una verdad desconsoladora que consignar, que ciertos cristianos refugiados entre los indios son peores que ellos.

Conozco uno que queriendo sobresalir por su ferocidad, tuvo la barbarie de hacer un sacrificio humano en holocausto a un miembro de su familia.

Referiré el hecho.

Bargas es un bandido cordobés, vive en Tierra Adentro, no sé por qué crímenes, está casado con varias mujeres y su vida es la de un indio, por no decir peor.

Murió uno de sus hijos. Pues bien, este malvado, fingiendo que participaba de la preocupación vulgar de la creencia que hace enterrar al muerto con su caballo de predilección, para que en la tierra donde resucite tenga en qué andar, le inmoló a su hijo un cautivito de ocho años, enterrándolo vivo con él, para que tuviese quien le sirviera de peón.

Por lo que dejo relatado, se ve que los cautivos son considerados entre los indios como cosas.

Calcúlese cuál será su condición.

La más triste y desgraciada.

Lo mismo es el adulto que el adolescente, el niño que la niña, el blanco que el negro; todos son iguales los primeros tiempos, hasta que inspirando confianza plena se hacen querer.

Con rarísimas excepciones, los primeros tiempos que pasan entre los bárbaros son una verdadera viacrucis de mortificaciones y dolores. Deben lavar, cocinar, cortar leña en el bosque con las manos, hacer corrales, domar los potros, cuidar los ganados y servir de instrumento para los placeres brutales de la concupiscencia.

¡Ay de los que se resisten!

Los matan a azotes o a bolazos.

La humildad y la resignación es el único recurso que les queda.

Y, sin embargo, yo he conocido mujeres heroicas, que se negaron a dejarse envilecer, cuyo cuerpo prefirió el martirio a entregarse de buena voluntad.

A una de ellas la habían cubierto de cicatrices; pero no había cedido a los furores eróticos de su señor.

Esta pobre me decía, contándome su vida con un candor angelical: "Había jurado no entregarme sino a un indio que me gustara y no encontraba ninguno".

Era de San Luis, tengo su nombre apuntado en el Río Cuarto. No lo recuerdo ahora. La pobre no está ya entre los indios. Tuve la fortuna de rescatarla y la mandé a su tierra.

En aquellos mundos de barbarie pasan dramas terribles.

Cuantas más cautivas hay en un toldo, más frecuentes son las escenas que despiertan y desencadenan las pasiones, que empequeñecen y degradan a la humanidad.

Las cautivas nuevas, viejas o jóvenes, feas o bonitas tienen que sufrir, no sólo las acechanzas de los indios, sino, lo que es peor aún, el odio y las intrigas de las cautivas que les han precedido, el odio y las intrigas de las mujeres del dueño de casa, el odio y las intrigas de las chinas sirvientas y agregadas.

Los celos y la envidia, todo cuanto hiela y enardece el corazón a la vez se conjura contra las desgraciadas.

Mientras dura el temor de que la recién llegada conquiste el amor o el favor del indio, la persecución no cesa.

Las mujeres son siempre implacables con las mujeres.

Frecuentemente sucede que los indios, condoliéndose de las cautivas nuevas, las protegen contra las antiguas y las chinas. Pero esto no se hace sino empeorar su situación, a no ser que las tomen por concubinas.

Una cautiva a quien yo le averiguaba su vida, preguntándole cómo le iba, me contestó:

-Antes, cuando el indio me quería, me iba muy mal, porque las demás mujeres y las chinas me mortificaban mucho, en el monte me agarraban entre todas y me pegaban. Ahora que ya el indio no me quiere, me va muy bien, todas son muy amigas mías.

Estas palabras sencillas resumen toda la existencia de una cautiva. Agregaré que cuando el indio se cansa, o tiene necesidad, o se le antoja, la vende o la regala a quien quiere.

Sucediendo esto, la cautiva entra en un nuevo período de sufrimientos hasta que el tiempo o la muerte ponen término a sus males.

Poco antes de salir de Leubucó, conocí por casualidad un cristiano que hacía diligencias por comprarle a un indio una cautiva, nada más que por hacerle a ésta un servicio por humanidad.

La desdichada decía:

-El indio es muy bueno y me venderá si no me han de llevar a otra parte . Pero las chinas son malazas .

A propósito de llevar a otra parte, esto requiere una explicación. Hay dos modos de vender: el uno consiste en cambiar simplemente de dueño, el otro en la redención. El último es el más caro.

Ya comprenderás, Santiago amigo, que todo lo que dejo dicho en esta carta no me lo contó mi comadre Carmen. Una parte se lo debo a ella, el resto a otros y a mis propias observaciones.

Lo que sigue, sí, se lo debo a ella exclusivamente.

La noche estaba templada y clara, incitaba a conversar y se podía leer sin más luz que las estrellas.

Aprovechándola tomé una lección de lengua araucana.

Entonces vine a saber recién lo que querían decir ciertas palabras, cuyo significado buscaba hacía tiempo, como indios picunches, puelches y pehuenches .

Che es un vocablo que significa, según el lugar que tiene en la dicción yo, hombre o habitante .

Los cuatro vientos cardinales se denominan: norte, puel ; sur, cuerró ; este, picú ; oeste, muluto .

Así pues, Picunche[ 6 ] quiere decir habitante del este, que es como se denominan los indios que viven en cierta parte de la cordillera; Puelche , habitante del norte; Pehuenche , siguiendo la misma regla, significa habitante de los pinos, que es como se denominan los indios que viven entre los pinares que crecen colosales en los valles de la falda occidental de la Cordillera de los Andes. Para dar una idea de la eufonía de esta lengua, que se asimila, alterándolas ligeramente, todas las palabras de otras, verbigracia, llamándole waca a la vaca, y cauallo al caballo, enumeraré algunas palabras que me enseñó mi comadre, y que copio de mi vademécum. [ 7 ]

Yo- enché ; tú o vos- eimí , nosotros- inchin , vieja- cucé , joven- elchá , linda- comê ,fea- uedá ,madre- nuqué , hijo de padre- bótom , hijo de madre- píñem , grande- uchaima , chico- pichicai , mucho- entren , poco- pichin , blanco- lieu , negro- currü , cielo- ueno , sol- anti , luna- quién , tierra- truquen , mujer- curré , hombre- uentru , si- maí , así es- pipi (modismo muy usual), no- müe , agua- co , fuego- quítral , viento- cürruf , frío- utre , calor del sol- comote anti , calor sin sol- comote arreün , pronto- matu , despacio- ñochi , sueño- umau , amigo- weni , hermano- peñi , pasto- cachu , ceniza- entruequen , sal- chadileubú , (de aquí, Río Salado se dice: chadileu-bú), monte- mamil , árbol- quiñemamil ( quiñe quiere decir uno), cara- angé , ojos- ñe , boca- ün , orejas- pilun , nariz- iu , mano- cui , brazo- lipan , barba- payun , pecho- rucú , piernas- loncó (de aquí loncotear -tirarse del pelo), pescuezo- lai-pi , risa- aien , rabia- yarquen . Poco más sé de la lengua araucana, no porque no haya tenido tiempo de profundizar mis estudios, sino por las dificultades con que tropezaba a cada paso, cuando hacía una pregunta para aclarar alguna duda.

No se puede saber nada respecto a la conjugación de los verbos. Lo mismo digo de los géneros.

Por ejemplo, vieja es cucé , viejo- butá , y, sin embargo, en ciertos adjetivos, como overo , la terminación es la que indica el género.

La lengua es muy elíptica. Así, por ejemplo yegua overa manca, se dice: overa manca , simplemente, y caballo overo manco overo manco . En los dos casos se suprime el sustantivo, porque los adjetivos, overa manca u overo manco no pueden calificar sino un caballo o una yegua, y deben sobreentenderse.

Para que comprendas las dificultades con que tenía que luchar para salvar ciertas dudas, bastará repetir lo que decía mi comadre cuando la apuraba demasiado: "Yo no sé bien la lengua, se necesita vivir mucho para aprenderla; aquí no cualquiera la sabe".

Terminada la lección de araucano, le pedí a mi maestra -que aunque tenía hijos no era casada ni viuda-, me contara su vida; y como la cosa más sencilla del mundo nos refirió sus aventuras con cierto mancebo padre de mi ahijada.

Es una página verde que en cualquier parte pasaría por una seducción. Entre los indios es un accidente de la vida que no significa nada.

La especie humana está sujeta a la ley de la reproducción. Nada de extraño tiene que siendo mujer libre se entregue a quien le place, y que de la noche a la mañana resulte con hijos.

No es más que una dificultad para casarse; porque generalmente nadie quiere cargar con hijos ajenos, aun cuando provengan de matrimonio legítimo.

Para concluir ésta, y a propósito de mujeres que resultan con hijos de la noche a la mañana, ¡qué curiosa es la farmacopea de los indios!

Toda ella se reduce a yerbas astringentes y purgantes, y agua fría. Lo último es un remedio por excelencia.

¿Pare una china? Pues en el acto, ella y el fruto de sus entrañas se meten en una laguna, sea invierno o verano.

Una palabra más, antes de que me retire del fogón en que estoy y me meta en la cama.

Es una observación ajena que puede interesarle al mundo médico.

Mi condiscípulo el doctor Jorge Macias que ha pasado dos años entre los ranqueles, y que entre ellos estaría a no ser por mí, pretende que allí no hay tísicos , y lo atribuye al alimento de la carne de yegua .

Si la observación fuese exacta y la causa la consignada, de hoy en adelante podríamos exclamar, no más tísicos.

No me atrevo a decir si la cosa merece la pena de ser averiguada, aunque recuerdo que no hace mucho tiempo más de un galeno se reía cuando las curanderas recetaban buche de avestruz .