A Marietta de Veintemilla

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Tradiciones peruanas - Novena serie
A Marietta de Veintemilla​
 de Ricardo Palma

Queridísima amiga:

Me ha honrado usted con el obsequio de un ejemplar de su libro Paginas del Ecuador^ y manifestádome deseo de conocer mi juicio sobre su producción literaria, deseo que complacido satisfago, no por galantería de hombre social para con la be- lleza, sino por el entusiasta cariño que á la inteligente é ilus- trada amiga profeso. Perdone usted, pues, que con mi habitual llaneza exprese en esta carta las variadas impresiones que la lectura de su libro ha despertado en mi espíritu.

Líbreme Dios de entrar en el campo de apreciaciones his- tóricas y políticas sobre un país cuyos sucesos contemporáneos conozco sólo en síntesis general, y no con amplitud de por- menores. Aparta lo resbaladizo del terreno, tengo para mí que los contemporáneos somos siempre malos juzgadores, por mu- chos que sean los alardes de imparcialidad y buena fe que ostentemos.

Ha escrito usted, Marietta amiga, un verdadero libro de par- tido y de polémica. Ha hecho usted de la pasión política su musa inspiradora, y armada de todas armas se lanza, íunazo- na sin miedo y sin mancilla, en el ardoroso palenque, hiriendo sin compasión á los enemigos de su causa. Yo no diré, repito, si tiene usted ó no tiene razón; si son ó no veraces ó apasiona- dos sus juicios sobre hombres públicos y acontecimientos re- volucionarios de su patria. En su libro no quiero ver más que la obra de arte, y estimarlo sólo por su lado literario, des- deñando la urdimbre ó material sobre que ha escrito.

La aspiración natural de todo el que maneja una pluma es la de imponerse al lector, obligándolo á que, una vez prin- cipiada la lectura, no deje el libro de la mano y sienta avidez por llegar al término. De mí sé decir que he devorado con deleito las Faginas del Ecuador. El estilo de usted es claro y elegante, y narra usted los hechos con lógica y con encanta-


dora sobriedad, sin que la sobriedad perjudique en lo menor á la animación del relato. ¿Por qué no decirlo también? En lo porvenir, el libro de usted será de provechosa consulta paiM los cultivadores de la Historia americana, lo que no quita que, en la actualidad, revista los caracteres todos de libro apa- sionado.

Cuando exhibe usted el retrato moral de algunos de los personajes culminantes en su obra, paréceme estar leyendo páginas dictadas por Tácito ó *Gervinus. La personalidad de García Moreno, por ejemplo, personalidad universalmente dis- cutidci, para quien sus admiradores reclaman de Roma hasta la santidad que se reverencia en los altares, y quien es trata- do 'por los que no lo amaron, en vida ni en muerte, como uno de esos monstruos que envilecen á la especie humana, nué- rcce do usted frases que, á pesar de todo, subliman al hom- bre, así en el mal como en el bien. Para usted García Moreno se destaca^ en la vida política del Ecuador, como una eminen- cia asontadí» entre el fango de la hipocresía, pero bañada con los resplandores del genio. «Mezcla absurda de Catón y de »Calígula (dice usted), extraño ingerto de las virtudes romanas i^con las prostituciones helénicas; amante ciego de la civiliza- »ción en negro concubinato con la barbarie; serio, económico »y desprendido, no manchó sus manos con los dineros de la » nación No hay bestia más limpia ni que conserve su piel )>más lustrosa que el tigre.»— Si el retrato que usted pinta con tan vivo colorido es copia fiel, como á mí me parece, enorgulléz- case de él la literata. Esas son plumadas magistrales.

Llámame también la atención en el libro de usted el que, apar- tándose de las preocupaciones propias de su sexo, no abrigue, en punto á creencias religiosas, la fe del carbonero, exhibién- dose, no como creyente ciega, sino como racionalista osada.

Hoy que en Colombia, Ecuador y hasta en el Perú, hay reacción favorable al fanatismo y adversa á la libertad de con- ciencia, ¿se atreve usted á decir las verdades del barqupro á los simoniacos de sacristía? ¿Aspira usted acaso á que en su patria la excomulguen, ya que en las postrimerías del si- glo XIX las excomuniones andan bobas? También usted, cria-


tura ideal y vaporosa, se convierte en execradora de las aves negi'as de Loyola, que aspiran á establecer sus cuarteles de invierno en los pueblos de la América republicana? Decidida- mente, Marietta, hay en, usted muy varoniles bríos, y quien no la conozca, ni por retrato, la supondrá físicamente mujer robusta, vieja, hombruna y hasta con pelos en la barba, y no la joven de palidez romántica, de aire risueño siempre, y que en la vida social tiene todas las graciosas y espirituales delicadezas de ñifla mimada.

Escriba usted, Marietta, se lo aconsejo, que en su estilo hay conceptuosa galanura y su fantasía es rica en imágenes apro- piadas; pero apártese de la política militante, amiga mía, que la política es una hoguera en la que quien no se quema, se tuesta. No me gusta ver sus alas de mariposa gentil en vecindad con el humo caliente de las llamas.

¡Cuánto deploro que libro tan bien hecho, tan bien escrito como el de usted, sea libro de combate! Yo la querría á usted más mujer y menos batalladora!

Con afecto de viejo, besa la linda mano de usted su sincero apreciador y amigo.