A Silvia (Mariano Melgar)
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Bien puede el mundo entero conjurarse
contra mi dulce amor y mi ternura,
y el odio infame y tiranía dura
de todo su rigor contra mí armarse.
Bien puede el tiempo rápido cebarse
en la gracia y primor de su hermosura,
para que cual si fuese llama impura
pueda el fuego de amor en mí acabarse.
Bien puede en fin la suerte vacilante,
que eleva, abate, ensalza y atropella,
alzarme o abatirme en un instante;
Que el mundo, al tiempo y a mi varia estrella,
más fino cada vez y más constante,
les diré: «Silvia es mía y yo soy de ella».