A un joven
Tú, cuyo pecho sin cesar se afana
con desvelo tan puro y tan ardiente
por el progreso y la ventura humana,
no el lauro esperes a tu noble frente.
El premio considera que tributa
a la virtud de Arístides Atenas;
de Sócrates recuerda la cicuta
y de Colón divino las cadenas.
Mira a Dante proscrito como reo,
preso al Taso entre insanos; ve el tormento
los miembros lacerar de Galileo,
atrevido Colón del firmamento.
Entre hórridas congojas dar la vida
mira del mundo al Redentor, y dime
qué pueblo no es igual al deicida,
que crucifica a aquel que le redime.
Cual culpa sin perdón, el mundo falso
castiga el beneficio recibido;
a éste da la prisión, a otro el cadalso;
su castigo menor es el olvido.
Mas, aunque sepas que a la tierra vino
a solamente padecer el bueno,
cumple, oh joven, la ley de tu destino,
de vil temor y abatimiento ajeno.
No pienses en humana recompensa,
cuya esperanza el mérito minora;
en los deleites que te brinda piensa
la virtud, de sí misma premiadora.
(1862)