No solo, pues, de Diana
en la venatoria escuela
dicípula creció; pero,
aunque en la altivez severa
con que de Venus y Amor
el blando yugo desprecia.
No tiene príncipe el norte
que no la idolatre bella,
ni príncipe tiene que
sus esquiveces no sienta,
diciendo que ha de quitar
sin que a sujetarse venga,
del mundo el infame abuso,
de que las mujeres sean
acostumbradas vasallas
del hombre, y que ha de ponerlas
en el absoluto imperio
de las armas y las letras.
Con esta noticia agora
caerá mejor lo que aquella
espía me dijo, y fue
que habiendo movido levas
a un tiempo en todo su Estado,
venía a reclutar con ellas
las tropas de Adolfo, siendo
su capitana ella mesma.