Yo sé que mis desventuras
tendrán con el pleito fin,
que yo tengo más acción
como la más ofendida. Vase doña ANA
BEATRIZ:
¿En qué ha de parar, mi vida,
pleito, amor y confusión? Sale don ÁLVARO
ÁLVARO:
Quiero pedirte albricias
de que vino tu esposo con su alteza.
BEATRIZ:
Si de mí las codicias,
pídeselas, señor, a mi tristeza,
que, pues la aumentas tanto,
bien las mereces de mi pena y llanto.
ÁLVARO:
¿Búrlaste por ventura?
¿No sabes que me enojas? Pero advierte
cuánto tienes segura
en don Juan de Aragón la mayor suerte
que mujer ha tenido:
¡qué gentilhombre viene y qué lucido!
¡Qué dama no tuviera
de haberle merecido tanta gloria
que el alma enloqueciera
desde la voluntad a la memoria?
Porque el entendimiento
no merece tan dulce sentimiento.
Alégrate.