Como lo puede estar quien ha llegado;
si fuera a la partida,
seguro estáis que encarecer pudiera,
hasta perder la vida,
lo que sentí, como si eterna fuera
una ausencia tan breve,
tales ansias de amor Beatriz me debe.
Llegué cuando se hacían
fiestas en Compostela y con las luces
del cielo competían
luminarias de torres y de cruces;
holgóse el rey de verme,
hízome la merced que suele hacerme,
y aquellos caballeros
quisieron que ayudase a una sortija
de veinte aventureros.
Yo, no sabiendo qué invención elija,
saqué el amor bizarro
de plumas de oro en un triunfante carro,
y para testimonio
de mi dicha, le puse en una mano
el dulce matrimonio
en una imagen de oro, a quien en vano
se atreven las pasiones
que rinden los humanos corazones.