(Retírense, y el viejo ponga un ramito en el suelo y una vedija de lana encima.)
PILLALONCO:
Ya pongo el ramo y la vedija encima
de la lana más cándida apartada.
¿Qué aguardas, pues? ¿Que tu tiniebla oprima?
Ponte en ella, Pillán, y, la dorada
faz descubierta, dime lo que sabes
deste español y su vecina armada.
¿Para qué quieres que, con voces graves,
te importune, si amigo y dueño eres,
pudiendo responder a las suaves? (Salga por el escotillón PILLÁN, demonio, con un medio rostro dorado y un cerco de rayos como sol en la cabeza y el medio cuerpo con un justillo de guadamací de oro.)
PILLÁN:
¿Qué me oprimes, amigo? ¿Qué me quieres?
PILLALONCO:
Cuéntame, Pillán divino,
quién es aqueste famoso
capitán que del Pirú
viene a Chile sobre el hombro
del mar Antártico dando
tanto miedo a nuestro polo
que los fieros araucanos,
de Valdivia vitoriosos,
los nunca vencidos pechos
bañan en cobarde asombro.