Atalaya de la vida humana: 012
Elogio
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Atalaya de la vida humana | Mateo Alemán |
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Si esto es así o si para las evidentes matemáticas es necesaria prueba de testigos, dígalo el mejor del mundo, la universidad insigne de Salamanca, donde celebrándolo allí los mejores ingenios della, les oí a muchos que, como a su Demóstenes los griegos y a Cicerón los latinos, puede la lengua castellana tener a Mateo Alemán por príncipe de su elocuencia, por haberla escrito tan casta y diestramente con tantas elegancias y frasis. Bien lo sintió ser así un religioso agustino, tan discreto como docto, que sustentó en aquella universidad, en un acto público, no haber salido a luz libro profano de mayor provecho y gusto hasta entonces, que la primera parte deste libro.
Testifica esta verdad el valenciano que, negando su nombre, se fingió Mateo Luján, por asimilarse a Mateo Alemán. Y aunque lo pudo hacer en el nombre y patria, en las obras no le fue posible, sin que se descubriese su malicia y haberlo hecho movido de codicia del interés que se le pudo seguir: no sería poco, pues en el mismo año que salió lo compré yo en Flandes impreso en Castilla, creyendo ser ligítimo, hasta que, a poco leído, mostró las orejas fuera del pellejo y fue conocido.
Dejemos esto y dígase de los que, admirados de tanta profundidad, lo quisieron ahijar a diferentes padres tan doctos y supuestos tan graves, que anduvieron buscándole cada uno el de más vivo ingenio, más docto y de singular elocuencia, de quien tuvo concepto que pudiera hacer obra tan peregrina y admirable. Que todo arguye y cambia en mayor gloria de su verdadero autor.