Atalaya de la vida humana: 092
Capítulo VII
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Atalaya de la vida humana I | Mateo Alemán |
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Siendo público en Roma la burla que se hizo a Guzmán de Alfarache y el suceso del puerco, de corrido se quiere ir a Florencia. Hácesele amigo un ladrón para robarlo
Póngome muchas veces a considerar cuánto ciega la pasión a un enamorado. Considero a mi amo, que me deja su honra encomendada, como si yo supiera tratarla sin sobajarla. Viéneme también al pensamiento y no me deja mucho holgar, cuando discurro cómo, habiendo sido tan lisiado en mentir, pude subir a tanta privanza, cómo comigo se trataban casos de importancia, cómo me fiaban secretos y hacienda, cómo se admitían mis pareceres, cómo se daba crédito a mi trato y cómo, siendo esto así, que jamás oyeron de mi boca verdad que no saliese adulterada, me daba tanto enfado que me la dijesen otros.
Y por el mismo caso aborrecía para siempre a quien una sola vez me la trataba. Y no era maravilla en mí, si es natural a todos los que algo negocian pesarles que no sean con ellos en todo puntuales y nunca lo saben ser ellos ni se cansan de mentir. Comiencen de lo más alto y deciendan a lo más bajo, si algo dellos habéis de recebir, si algún favor os han de dar, que nada les cuesta.
¡Cuántas trampas, cuántas dilaciones, cuánto diferirlo de hoy a mañana, sin que mañana llegue, por ser la del cuervo, que siempre la promete y nunca viene! Y si lo habéis de dar y con ellos no andáis tan relojeros, que un solo momento faltáis a lo puesto, si no les pagáis al justo lo prometido, si se lo dilatáis un hora, ni sois hombre de palabra ni de buen trato.