¡Ingrato! ¿Qué?
¿Qué preguntas, cuando sabes
que me abrasa un no sé qué
el alma, y que no sé cómo
me ha hechizado un no sé quién?
¿No sabes tú que a los pechos
del ciego dios me crïé,
que en vez de leche da brasas
a los niños como él?
Trece años tengo, traidor,
y trece años ha, cual ves,
que mi amor se está en sus trece
desde mi primero ser.
Nací amándote, villano,
pues me han dicho más de tres
que antes que aprendiese a hablar,
aprendí a quererte bien.
El ama que me dio leche
me dijo, falso, una vez
que para acallar mi llanto,
las que en tu ausencia lloré,
el remedio era llevarme
donde te pudiese ver.
¡Mal haya amor tan antiguo!
Mas ¿qué más mal que un desdén?
Crecí un poco, y creció un mucho
el fuego en que me abrasé,
que según lo que se enciende,
de cáncer debe de ser.
Los juegos con que otros niños
se suelen entretener,
eran en mí el adorarte;
¡ay cielos, qué mal jugué!
No hallaba sino en tus ojos
pasatiempos mi niñez;
mis muñecas son sus niñas,
que me hechizan si me ven.
Este es mi amor, cruel Ramiro,
y ese tu injusto pago es;
mas quien a tramposos fía,
que no cobre será bien.
|